Antes de Roma, de Cuarón había visto Y tu mamá también (2001), Niños del hombre (2006) y Gravedad (2013), y ninguna me resultó particularmente deslumbrante. Pero, Y tu mamá también, al menos, es una road movie diferente, con rasgos autorales, con buenas interpretaciones y una dirección muy afinada. No es poca cosa. Por otro lado, Niños del hombre, aún con sus trazos gruesos, es una película distópica por encima del promedio, con una más que interesante puesta en escena y, otra vez, con interpretaciones convincentes. A Gravedad la odié. Sufrí cada uno de sus tediosos 91 minutos. Un despliegue de virtuosismo técnico al servicio de un guión prácticamente vacío. Para peor, con dos actores insulsos.
Por eso, tenía mis reparos antes de ver Roma. No ayudaba, en este caso, que tuviera tan, pero tan buena prensa y tantos premios (algo parecido pasó con Gravedad). Sin embargo, mis temores estaban infundados. Sin ser una obra maestra, creo que Roma es la mejor película de Cuarón. Aquí sí la narrativa y la estética construyen un todo moderadamente trascendente, una obra cinemática que tiene tanta belleza como hallazgos. Aún con sus excesos, Roma tiene mucho para decir y lo dice bastante bien.
Ganadora del León de Oro a Mejor Película en el Festival de Venecia, distribuida internacionalmente por Netflix y estrenada en algunas salas de Argentina, Roma se sitúa en México DF durante 1970 y 1971, y hace foco en la historia de Cleo (Yalitza Aparicio), una joven de origen Mixteco que trabaja como empleada doméstica para una familia numerosa de clase media-alta en la colonia Roma, uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad. Cleo tiene una muy buena relación con su patrona (Marina de Tavira) y todavía una mejor relación con los cuatro niños. El padre aparece poco y nada, y pronto será un hombre ausente por completo. Cleo, por su parte, va a experimentar otra ausencia cuando el joven con quien se ve la abandona de un día para otro (por un motivo muy común). Es que, al fin y al cabo, las mujeres siempre están solas.
Como marco social y político para esta historia intimista narrada desde el punto de vista de Cleo, Cuarón retrata un país en una época convulsionada y peligrosa. Entre otras cosas, el gobierno les quita las tierras a los pueblos originarios, se forman cuerpos paramilitares, las protestas son reprimidas con brutalidad y hay cuerpos que desaparecen. Y esto es solo el comienzo.
Algunos le han cuestionado a Cuarón que la relación entre Cleo y la familia para la que trabaja es un tanto idílica porque, precisamente, la tratan muy bien y es casi como si ella fuera parte de la familia. Creo que esta crítica es superficial y no pertinente para esta historia. Porque, por un lado, el cineasta dijo que este retrato está basado en los recuerdos de su propia infancia, en su vida familiar tal como era. Entonces, en principio no hay por qué dudar de su mirada, aún si está un poco embellecida por el paso del tiempo.
Después, aunque es verdad que este caso en particular puede no representar la generalidad en cuanto al trato entre clases sociales tan diferentes en esa época, bien puede ser una excepción. Y, aparte, Cleo es "como si" fuera parte de la familia, pero no lo es. Más de una vez se le recuerda que no puede gastar mucha luz en el cuarto que comparte con otra empleada, que no es sino un cuchitril. Se le hace saber que cuando todos estén mirando televisión juntos y alguien desee un té, es ella la que tiene que ir a la cocina a traerlo y olvidarse de la televisión. También es ella la que recoge, todos los días, la caca que el perro deja en el patio, y es ella la que recibe las críticas no muy amables del padre de la familia. Claramente, las diferencias de clase se mantienen, aunque sea sin agravios ni agresiones.
Lo más relevante es que Roma no es una película que plantea o deja de plantear una alianza de clases, el punto no es ése. Acá se trata, en cambio, de una alianza de género: tanto la mujer acomodada como la más humilde se quedan solas, tarde o temprano, y la vida se les hace mucho más difícil. Y a nadie le importa. Ésta es una de las ideas centrales que, por suerte, se enuncia a través del diálogo una sola vez; luego, la trama se va a ir ocupando laboriosamente de ir trazando paralelos entre las historias de estas dos mujeres, como así también señala sus limitaciones y sus fortalezas. Es en la mirada feminista muy a tono con los tiempos que corren donde late el corazón del drama. Y en este sentido no puede ser más realista.
Filmada en 65 mm, con una magnífica fotografía en blanco y negro, con planos secuencia subyugantes y composiciones impecables que dan cuenta de las posibilidades de representación de todos los espacios del cuadro, Roma es una de las películas más bellas de los últimos años. Contra todo pronóstico, esta belleza no equivale al preciosismo vacuo que usualmente intenta darle espesor a conflictos que no lo tienen. Aquí hay drama de sobra y el diseño visual con sus climas entre soñados y realistas así lo expresan. Se la puede pensar como una mezcla de neorrealismo con una cuota de poesía que aparece cuando menos se la espera. Por otra parte, el pausado transcurrir del tiempo permite entrar en otro mundo, no quedarse afuera mirando. Porque se trata de convivir junto a los personajes, no examinarlos de lejos.
Pero, también es verdad que gran parte de la primera mitad de la película es demasiado detallista y que los tiempos aparentemente muertos son, en ocasiones, muertos de verdad. En aras de construir un fresco meticuloso – y, por cierto, revelador de eso que está detrás de los detalles – la narrativa se resiente un poco, se hace demasiado lánguida. Es como si Guarón se hubiera engolosinado con sus recuerdos. Pero ya en la segunda mitad el ritmo se hace más dinámico, hay más acontecimientos, los hechos se anudan y desanudan, y todo gana en intensidad. Aún así, los 135 minutos de duración son un poco excesivos. Por otro lado, Roma no sería lo que es sin las excelentes interpretaciones de todo el elenco, en especial la de la Yalitza Aparicio, una maestra de jardín de infantes que aquí hace su debut como actriz.
Sobre el final, o mejor dicho un poco antes del final mismo, hay una escena muy delicada en términos dramáticos que quizás debería haber sido abordada de un modo menos gráfico, con sutileza y no con la exposición cruda de algo terrible. No es lo que pasa lo que hace ruido, sino cómo es mostrado. Como golpe de efecto, si eso es lo que se buscó, es contraproducente. Aún así, eso no echa por la borda todos los méritos previos. Si de arte cinematográfico se trata, ésta es una película para tomar muy cuenta. Tal vez el León de Oro de Venecia le resulte un poco grande, pero eso, al fin y al cabo, eso no importa mucho. Que cada uno la vea y saque sus propias conclusiones.
Roma (México, 2018). Puntaje: 8
Escrita, dirigida y fotografiada por Alfonso Cuarón. Con Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Fernando Gregiaga, Daniela Demesa, Carlos Peralta, Nancy Garcia, Jorge Antonio Guerrero. Montaje: Alfonso Cuarón, Adam Gough. Duración: 135 minutos.