Román es un policía hecho y derecho, que habla poco y no quiere saber absolutamente nada con los negocios sucios de sus superiores. Lee a Mishima y no deja de ir a la Iglesia evangelista del barrio, aunque no puede dejar de ser seducido por la esposa sexy del pastor, lo que agrega otro conflicto a su conflictiva existencia. Es que este policía, interpretado por Gabi Peralta, anda todo el día con cara de traste. Es más, casi se podría decir que a lo largo de toda la película el protagonista solo ofrece una expresión y media en sus gestos minimalistas.
Evidentemente no es culpa del actor, ya que la dirección es la encargada de que un film que apenas excede la hora de duración se haga más largo que "El Padrino II". A lo largo de la película no hay una sola escena de acción, pero si varias de amenazas y griteríos. Aunque sí hay que reconocer un buen toque erótico gracias a una escena candente junto Aylin Prani. Arnaldo André es el comisario corrupto, pero está totalmente desaprovechado. Y lo peor de todo tal vez sea el mensaje de justicia por la propia mano de este olvidable "Román".