Con todo el peso de la ley
Román es una de esas películas que sorprende como consiguió semejante apoyo para el desastrozo resultado. Dirigida por Eduardo Meneghelli y escrita por un especializado Gabriel Medina (Los Paranoicos, La araña vampiro). Se narra la vida de Román (Gabi Peralta), un policía que cree ser bueno en lo que hace y se entrena para lograr el objetivo de “hacer cumplir la ley”.
El film es una bola enorme de sin sentidos. Primero que nada, la polémica ideología de lo que es ser un policía “bueno”, cuando por ejemplo irrumpe en una casa sin permiso y amenaza con matar civiles por violencia de género. Segundo, creer que un policía debe impartir justicia por mano propia. Que sea inexplicablemente violento y bruto cual comédia de Torrente, pero manteniendo la seriedad dramática. Y un innumerable de contradicciones con respecto a la ética del protagonista.
Conexiones forzadas entre las diferentes lineas narrativas, donde lejos de cumplir el objetivo, parecen escenas sueltas de diferentes momentos. El guion dificulta esta característica. Es insulso. Intenta apelar a la emoción del espectador o a la sorpresa y no lo logra en ningún momento, los diálogos carecen de naturalidad.
Esto -a su vez- se da por la incorrecta selección del casting, donde el protagonista parece haber sido elegido por su cuerpo (el cual no se cansan de mostrarlo ejercitándose) y no por sus dotes actorales. Es imposible creer que Nazareno Casero pueda ser policía, se vuelve completamente inverosímil. El único que se destaca (para bien) es Carlos Portaluppi, logra hacer interesante cada momento en el que participa. La fotografía logra un buen trabajo que lamentablemente se embarra por el guión, música, montaje y dirección.
Román es un largometraje con más defectos que aciertos, donde sobresalen las malas actuaciones acompañadas con un pésimo guion. Con un mensaje horrendo y una fantasía cuasi heroica de un policía que a pesar de estar en contra de la corrupción, imparte justicia por mano propia.