Romeo – Julieta
Romeo y Julieta vuelven al cine, aunque no en su mejor forma. El clásico de William Shakespeare, uno de los guiones más adaptados a la gran pantalla de todos los tiempos, cuenta con traslaciones más destacadas que van desde la película muda de 1916 protagonizada por la pálida Theda Bara, pasando por la obra de 1936 dirigida por George Cukor y culminando con las últimas adaptaciones de Franco Zeffirelli y Baz Luhrmann, en 1968 y 1996 respectivamente, que resultan imposibles de dejar de lado por su gran éxito taquillero. La cuestión es que hoy, en 2014, cuesta entender las razones por la cuáles se lleva de nuevo esta novela al cine y más aún cuando encima no hay nada novedoso en la propuesta.
Carlo Carlei es el realizador de esta coproducción entre Italia y algunos países más que nos cuenta con una solemnidad pasmosa la historia del amor prohibido entre los jóvenes Romeo y Julieta. Resulta imperdonable que una película que se basa en la novela de Shakespeare no presente un mínimo ápice de pasión e intensidad. Todo pasa por la película en búsqueda de generar un efecto en nosotros pero absolutamente nada resulta efectivo.
Sí, en la pantalla podemos ver besos, alguna tocada de cola y varios diálogos recitados muy románticos; pero el amor entre Romeo y Julieta debe traspasar su mera superficie de proyección: debe contagiarnos, enamorarnos, hacernos desear que ese final trágico no exista y que ella se despierte antes que su galán beba ese potente veneno para juntos partir hacia la tierra del amor y la felicidad. Ok, me fui al carajo, pero lamentablemente nada de eso sucede y todo es culpa del tano ignoto detrás de las cámaras que se dedicó a filmar con absoluta frialdad y falta de carácter a una de las historias de amor más grandes de la literatura. Si hasta las escenas de acción están rodadas con una impericia y un desgano llamativo.
Hailee Steinfeld, que trabajó muy bien en Temple de Acero de los Coen, presenta a una Julieta que resulta la nada misma ante los ojos.
Sin expresión, carente de pasión y química con su partenaire, la jovencita Steinfeld naufraga durante toda la película detrás de una sonrisa desangelada. El carilindo Douglas Booth hará suspirar a las muchachas más jóvenes, pero pese a que le pone huevo, su actuación no consigue destacarse de la chateza del film.
El reparto es completado por un buen elenco en donde nos encontramos con las participaciones de un sobreactuado Damian Lewis (Nicholas Brody de Homeland) como el patriarca Capuleto y con un hermoso corte de pelo tacita, Stellan Skarsgård (el profesor Erik Selvig de Thor y Los Vengadores) interpretando a un príncipe de Verona que vive enojado y grita demasiado y el inmenso Paul Giamatti (a esta altura no requiere presentación) en el papel del Fray Laurence que es lo mejor de la película. Giamatti entiende todo y juega estos partidos con la simpleza y la experiencia de los más grandes, aunque lamentablemente su sola presencia no alcanza para salvar a esta desganada e innecesaria versión de Romeo y Julieta.