¿Nuevas Generaciones exigen una puesta al día de clásicas románticos? ¿Es necesario que se adapte una vez más la historia de los dos enamorados por excelencia de William Shakespeare? Estas preguntas deben haber circulado en las cabezas de los productores detrás de “Romeo y Julieta” (USA, 2013) y tras obtener (o al menos pensar) una respuesta positiva, decidieron encargarle a Carlo Carlei (“Fluke”) la tarea de poner en pantalla la adaptación que Julian Fellowes (creador de la bellísima serie “Downton Abbey”) hizo de la tragedia.
Filmada en escenarios naturales de Italia (que le otorgan cierto verosímil “arquitectónico”) y con una producción que por momentos parece ajustada (sólo en la escena inicial de un torneo de competencia se vislumbra cierta opulencia), en la elección de los largos travellings, como así también la estilización en algunas imágenes, se puede afirmar que se moderniza, parcialmente, el discurso.
Digo parcialmente porque con una historia conocida y adaptada en varias oportunidades la apuesta debía haber sido más arriesgada. Nuevo siglo, nuevos mecanismos de producción, nuevos espectadores. Pero no. Una vez más asistimos a una casi literal adaptación en la que las familias Montesco y Capuleto se odian y matan en pantalla. Para los que aún permanecen ajenos al clásico de Shakespeare (¿existe alguien que no conozca esta historia?), hay dos familias que se odian y que aprovechan cualquier excusa para pelearse en las calles de Verona.
Harto de los conflictos en su ciudad el príncipe (Stellan Skarsgård) decide tomar cartas en el asunto y prohíbe los enfrentamientos. Obviamente detrás del veto habrá choques cada vez más frecuentes.
En el marco de esta ancestral disputa, el joven Romeo Montesco (Douglas Booth) ingresa de manera clandestina a un baile de máscaras en el castillo de lo Capuleto y se deslumbra con la belleza de Julieta (Hailee Steinfeld), de quien se enamora a primera vista.
Y si bien los padres de la joven (Damian Lewis, Natascha McElhone) tienen otros planes para ella, decide seguir a su corazón cuando Romeo le declara su amor. Ambos saben de lo imposible y arriesgado de su historia, más cuando en un duelo en la calle, Teobaldo Capuleto (Ed Westwick) mata al primo de Romeo, Mercuzio (Christian Cooke) y luego Romeo decide vengarlo asesinando a Teobaldo.
Al notificarse de esta situación, el Príncipe desterrará a Romeo. Julieta desespera y con la ayuda de Fray Lorenzo (Paul Giamatti) intentará recuperar su libertad tras hacerse pasar por muerta. En esta adaptación de “Romeo y Julieta” falta pasión, principalmente por la carencia de matices de Booth (a quien veremos próximamente en “Noé” de Aronofsky) y otros jóvenes actores provenientes de la televisión.
En las escenas en las que Romeo y Julieta deben mirarse a los ojos y perderse en el otro, amarse eternamente falta conexión y química. Carlei y Fellowes demoran el primer beso, y cuando llega, nada sucede.
Nuevas generaciones merecían una mejor adaptación, y si bien en su momento la versión de Baz Luhrman fue vapuleada (pero era enérgica y dinámica), como así también la de Franco Zeffirelli (sensible y medida), en esta oportunidad ambas son referentes de todo lo que no posee la de Carlei. El correcto trabajo de Fellowes, que intentó recuperar la cadencia y belleza de los diálogos originales de Shakespeare, no alcanza. Todo su esfuerzo se licúa en las anodinas actuaciones de sus protagonistas en una historia de amor a la que le falta pasión, mucha pasión.