Una mujer bajo influencia
Luego de una extensa carrera como asistente de dirección y responsable del casting en películas de Pablo Trapero, Marcelo Piñeyro, Lucrecia Martel, Alejandro Agresti, Jorge Gaggero, Mariano Llinás, Ariel Rotter y Damián Szifrón, entre muchos otros, Natalia Smirnoff debutó en la realización con una extraña y lograda película (por lo que es y por lo que evita ser) que tuvo el enorme privilegio de competir en la sección oficial de la reciente Berlinale y ser vendida a casi todo el mundo.
¿Qué tiene esta pequeña comedia familiar para haber generado semejante interés internacional (veremos si también en el ámbito local)? En principio, un tono muy difícil de conseguir (una historia que bordea el costumbrismo y hasta cierto patetismo, pero que los elude con singular determinación y coherencia). Además, Smirnoff se muestra como una sólida narradora, una punzante y al mismo tiempo sutil observadora, una dúctil constructora de climas y de gags que nunca lucen forzados y, finalmente, como una gran directora de actores (atributo devenido seguramente de su gran experiencia en el casting).
El film narra la historia de María del Carmen (otra notable actuación de María Onetto, en las antípodas de su papel en La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel), un ama de casa servicial que se desvive por cumplir todas y cada una de las exigencias de su marido machista (Gabriel Goity) y de sus dos hijos que están a punto de abandonar el hogar ubicado en Turdera. Sin embargo, el espectador no tardará en percibir en los gestos y en la mirada de esta mujer cincuentona y contenida la carga de angustia y el hartazgo que siente. Su vida da un vuelco completo cuando descubre su pasión por los rompecabezas y, aún más, cuando conoce a Roberto (Arturo Goetz), un excéntrico hombre de clase alta con el que entrenará -en secreto- para participar en un torneo de la especialidad.
Smirnoff evita caer en el subrayado y en el lugar común, en el diálogo obvio y en la bajada de línea para concentrarse en describir el cambio interior, la "implosión" -como lo definió acertadamente la propia directora- de esta mujer sencilla que descubre una pasión y un don, aunque esa habilidad no tenga demasiada aceptación ni prestigio social. Una primera película de una complejidad (ojo, la película no es nada compleja en su lectura) y una madurez infrecuentes, y ya no sólo en una cineasta debutante. Más allá de lo que ocurra con Rompecabezas en la taquilla, Smirnoff es un talento a seguir.