Rompecabezas

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La parte por el todo

El comienzo de Rompecabezas, debut cinematográfico de la joven realizadora argentina Natalia Smirnoff (que viene de cosechar muy buenas críticas en el Festival de Berlín) la emparentan con las atmósferas opresivas de Lucrecia Martel, aunque se trate en este caso de una reunión familiar para agasajar a María del Carmen en su cumpleaños número 50. Poco sabemos -como espectadores- de ella salvo lo que se advierte al observar su incomodidad y nerviosismo, que sutilmente van ganando el centro de la escena; como si se tratara de una pieza suelta -entre tantas otras- que a veces hasta pasa desapercibida con los murmullos, las risas y la gente que la rodea. Luego, a soplar las velitas para volver a la monotonía y a la rutinaria vida de ama de casa; madre de hijos veinteañeros y esposa abnegada de un marido ferretero (Gabriel Goity).

Hasta aquí, los fragmentos componen el retrato intimista de María del Carmen (sensacional María Oneto), quien por inquietud personal decide salir de las oprobiosas tareas domésticas adquiriendo como pasatiempo el armado de rompecabezas (un regalo de cumpleaños que llama poderosamente su atención). Precisamente, la falta de atención de su marido y de sus hijos inmaduros son las causas por las cuales la protagonista necesita convertirse en artífice de su propio cambio y no en mera espectadora pasiva de vidas ajenas.

La chance llega con la posibilidad de encontrarse con un veterano jugador de puzzles (Arturo Goetz) que necesita pareja para competir en el campeonato mundial a disputarse en Alemania. Así, encuentro tras encuentro con este amable caballero, la protagonista descubre un mundo diferente con el consabido riesgo de no encajar jamás, no sólo por la aventura que significa viajar semanalmente de Turdera a Capital sino por la incipiente atracción por un hombre completamente diferente a su esposo. El precio de esta relación entre ambos extraños generará conflictos tanto internos como con su entorno: principalmente una familia demandante y poco comprensiva frente a los cambios de María.

Sin necesidad de metáforas que subrayen y confiando en la expresividad de sus imágenes, Natalia Smirnoff narra con gran precisión y sensibilidad esta historia íntimamente femenina que habla de las postergaciones y los roles que se juegan en la vida cuando las cartas ya están repartidas; aunque nunca es tarde para barajar de nuevo.