En una película a la vez distendida y arriesgada, Roberto Maiocco desgrana en Romper el huevo buenas ideas y un sentido del humor que sostiene con ingenio las visicitudes de la trama. Médico de profesión, supo hacer una notable semblanza de un sufrido y tenaz residente en ámbito hospitalario en Solo gente, con una gran labor de Pablo Echarri, en un momento en el que sólo se lo consideraba un galán. Luego se internó en el drama de la desocupación con toques de ternura en Un minuto de silencio, y aquí recurre a otro protagonista inesperado, el músico y humorista Hugo Varela, que tuvo una gran responsabilidad sobre sus espaldas, a veces franqueada y otras no tanto. En Romper el huevo, cuyo título alude a salir del cascarón y afrontar la vida, el tema de la adopción es un tópico esencial. El protagonista recibe a un niño que espera desde hace doce años justo el día en que descubre que padece una enfermedad terminal, idea agridulce en extremo y algo compleja psicológicamente en la que el realizador trata de mantener el equilibrio como un malabarista. No alcanza de todos modos a resolver algunos problemas narrativos, pero el agregado de situaciones y personajes absurdos muy creativos le otorgan al film un disfrutable condimento extra. Las buenas participaciones de Tony Lestingi y Ágata Fresco aportan rigor actoral al film, que cuenta con coloridos y apropiados apuntes musicales de Martín Bianchedi.