De una cáscara a la otra
Con las películas de Roberto Maiocco se repite una constante que le juega en contra: premisas interesantes que no terminan de concretarse en el desarrollo y se malogran al final.
Sin embargo, siempre resulta claro un tema o conflicto central, así como los personajes que atraviesan esas peripecias o situaciones como ocurría por ejemplo en Sólo gente (1999) o Un minuto de silencio (2006), en donde ciertos aspectos de la realidad que a veces en el cine aparecen pero en la periferia salen a la luz.
Romper el huevo utiliza la alegoría y la metáfora de manera efectiva para adentrarse en el sistema absurdo de la burocracia en los ámbitos de la adopción de niños y tiene como protagonista paradójicamente a un relojero, quien repara máquinas de tiempo pero al que -por así decirlo- le llegó la hora. Esa frase es literal al enterarse que su diagnóstico de vida es realmente escaso, dado que le han informado que padece leucemia. No obstante, el destino le juega una mala broma cuando además recibe otra noticia importante por la que esperó doce años y que tiene que ver con la llegada de un niño para adoptar.
Así las cosas, Manso Vital (debut protagónico de Hugo Varela) deberá transitar por este tramo final de su vida quemando etapas, sin posibilidad de dar marcha atrás y con el objetivo de dejar alguna enseñanza a un hijo que no conoce pero que de a poco descubrirá como parte de su viaje hacia la muerte desde la vida. Para la muerte también hay burocracia, y esa parece ser la primera moraleja de esta fábula que mezcla elementos de comedia absurda con drama familiar que apela al humor para reflejar situaciones absurdas pero que cae en un pozo narrativo al adoptar cambios de registro para los cuales Hugo Varela no es precisamente el actor indicado.
Pueden encontrarse algunos detalles simpáticos entre los enormes desniveles narrativos que incluyen un guión un tanto flojo, que a veces acierta con el humor y otras erra con el sentimentalismo en primer plano pero del cual no puede dejar de señalarse una falta de rumbo o criterio en función a la historia que se quiso contar.
Claro que uno se da cuenta que todo gira en torno a la llegada de un hijo y al proyecto familiar en el que se enmarca el protagonista, otrora encapsulado en el cascarón del dolor y el duelo por la muerte de su esposa, a quien promete adoptar un niño, pero eso no logra salir de la cáscara, para jugar un poco con la idea del título ni tampoco ayuda la característica actoral de Hugo Varela que no puede despojarse de su hugovareleidad en ningún segmento.