El nuevo villano de las películas animadas de Hollywood es el gurú tecnológico que logra a través de aplicaciones y dispositivos inteligentes una suerte de hiperconexión global, que sobre todo perjudica a los chicos. La primera producción del estudio británico Locksmith sigue una línea que ya se insinuaba en La familia Mitchell vs. las máquinas.
El héroe de la historia, Barney, es un chico distinto, marginado y víctima del bullying escolar sobre todo a partir de las costumbres de su familia, representadas en el personaje de la abuela, una extravagante anciana búlgara que huyó del comunismo. Esa condición se profundiza cuando no puede acceder a la atracción del momento: un artefacto digital con forma de huevo con todas las funciones de un celular inteligente y espíritu de “mejor amigo”. Su artífice, lleno de codicia y egoísmo, se parece demasiado a Bill Gates.
Los problemas empiezan cuando su culposo padre le consigue un ejemplar defectuoso del dispositivo. Allí, la idea de anomalía se lleva al extremo, escenario del que la película se vale para cuestionar la realidad de un mundo en el que se les impone a los chicos la obligación de conectarse para ser felices. Este mensaje, por lo general bastante explícito (hay una idea de tecnología “buena” y otra muy dañina), se compensa con una sucesión de muy buenos chistes visuales y de humor físico, y la inteligente construcción de los personajes.