Nunca más oportuno que hablar de los vínculos en la era de las redes sociales. En la era en que la tecnología avanza sin pausa y la inteligencia artificial va camino a ser sujeto de derecho (si sé que exagero). Aferrándose a estas inquietudes surge Ron da Error, la primera propuesta del estudio británico Locksmith Animation, que anticipamos que es tan divertida como emotiva.
Barney es un niño de 11 once años con una familia algo atípica. Su mamá murió cuando era pequeño, y vive con un padre excéntrico que se dedica a vender objetos inútiles on line; y con su abuela, una verdadera matriarca de ascendencia búlgara, muy efusiva, que mantiene intactas las costumbres de su lugar de pertenencia. Lo cierto es que se acerca su cumpleaños, y tiene varias invitaciones en su mochila que nunca repartirá, quizá por vergüenza o no estar a “tono” con el resto de sus compañeros.
Es que todos poseen el B*Bot, un robot de moda y última generación que funciona como una especie de compañero incondicional, y a su vez exhibe los gustos y preferencias de cada niño. Todos menos Barney, que por supuesto anhela tener una compañía tan sensacional, pero su familia parece no darse cuenta (además es extremadamente costoso). Hasta que finalmente, y en una situación algo inusual, su padre compra el tan deseado objeto. Barney lo recibe feliz, pero pronto se dará cuenta que no funciona del todo bien.
Su B*Bot, Ron, está defectuoso, y esto lejos de convertirse en un problema, será una gran oportunidad para que el niño fortalezca su autoestima y se relacione con los demás. Es que en nuestros “defectos” es cuando realmente nos reconocemos, y por supuesto que la película baja línea en este sentido, además de mostrar cómo impactan las redes sociales en la vida de los nativos digitales.
La cinta es ágil, tierna y divertida. La narración fluye a través de una trama sencilla y honesta que tiene puntos en común con Ella de Spike Jonze (así lo confesó su codirectora Sara Smith). Sobre todo, en esa mirada romántica (aquí) sobre la amistad, y al resaltar el punto de aceptarnos en las diferencias, volviendo a nuestros protagonistas entrañables. Errar es humano, y muchas veces puede ser hermoso.