Un ocaso Rosa Fuerte
La historia de Rosa Fuerte trascurre un domingo cualquiera, con una pareja normal (Pablo Rago y Leticia Bredice), en un pequeño departamento. Un amanecer, el desayuno, el aire que se va enrareciendo, las miradas que se van perdiendo en la monotonía… Las bocas no hablan, los cuerpos rechazan la comida, los encuentros de amor, la búsqueda de amor, la desesperación por perder, por encontrar.
Donde el sexo, las peleas, la comida, el cansancio, juegan el juego de volver a empezar, intentando llenar vacíos de silencios que gritan pensamientos en una lentitud que asfixia. Una y otra vez lo que no pueden conversar, lo que no pueden digerir se hace extensivo al fuera de campo; y ese que desde afuera es, más que ellos, el que mueve la historia.
La composición fotográfica de Agustín Álvarez, la duración de los planos, hacen que el ambiente se cargue de sentimientos, los espacios se achiquen y los encuadres se acorten hasta aturdirnos de emociones. El sonido y su ausencia, parecen llamar a los fantasmas en un espacio carente de palabras, en la perturbadora calma que precede a la tormenta.
La película genera una gran incomodidad y sin lugar a dudas en esta primera realización, Laura Dariomerlo está marcando un estilo narrativo, una forma de mirar, de acompañar las destacadas actuaciones que sostienen como condimentos casi únicos este relato que no genera un interés en particular; haciendo una apuesta arriesgada al transmitir y generar un ocaso: Rosa Fuerte.