Cada día, Rosetta lucha por un trabajo que encuentra, que pierde, que vuelve a encontrar, que le quitan, que recupera... obsesionada por el temor a desaparecer, por la vergüenza de ser una marginada. Quiere una vida normal, con ellos, entre ellos. La joven tendrá que recurrir incluso a la violencia para preservar una situación laboral que le permita amortiguar las secuelas del alcoholismo de su madre o la precariedad de la caravana en la que viven.