EL SUBRAYADO IMPONIÉNDOSE A LA SUTILEZA
Lola (Sofía Brito), vuelve a su casa y no encuentra a su hija Rosita. Sus otros dos hijos le dicen que salió con su abuelo Omar (Marcos Montes) y todavía no volvió. Lola comienza a preocuparse porque tardan en volver. El contexto de escuchar sobre casos de violación y muerte en los noticieros no ayuda para que se calme, el tiempo pasa, hace una denuncia y en la comisaría se entera que su padre tiene antecedentes. La niña regresa, tiene una lastimadura, y el relato del abuelo presenta lagunas, por lo que Lola empieza a sospechar que su padre ha abusado de la niña.
Toda esta primera parte del relato de Rosita está correctamente ejecutada pero los problemas comienzan cuando se entra en una remarcación constante de ciertos elementos para que se pueda entender que la relación entre padre e hija viene arrastrando inconvenientes previos. La película de Verónica Chen quiere tocar un tema importante, pero se desvanece porque no tiene sutilezas, se quiere trabajar sobre el terreno de lo que no se dice y se termina diciendo de más por la carga constante en los textos.
Las breves apariciones de Javier Drolas y Luciano Cáceres tienen aspectos positivos, aunque el personaje de Cáceres termina siendo muy anecdótico y solo está en función de explicar un evento del pasado del padre de Lola, que en el final de la película servirá para subrayar de forma excesiva otra de las subtramas. Algunos actores están fuera de registro y su forma de expresar los diálogos queda sobreactuada, lo cual, paradójicamente, va a la par de una película como Rosita, que subraya en exceso lo que quiere transmitir.