Mujeres en lucha
Verónica Chen (Vagón fumador, Mujer conejo) regresa al cine después de cinco años con un film concordante a los tiempos que corren: una mujer en lucha.
Lola (Sofía Brito) tiene tres hijos, trabaja en un spa, tiene un novio que cuida perros (Javier Drolas) y vive en casa de Omar (Marcos Montes), su padre. Lola es una mujer que lucha. Una mañana vuelve a la casa y cuando llega, los hijos varones le dicen que Omar, el abuelo, se fue con Rosita, la menor de los hermanos, a comprar unas zapatillas a un outlet de la zona norte del gran Buenos Aires. Pasan las horas, no regresan y la pregunta que ronda en la cabeza de Lola es ¿qué hicieron con Rosita?
Chen construye un relato potente, con tópicos que hacen a la coyuntura actual, empleando un notable manejo de la información que se va develando, de manera paulatina, a medida que los minutos avanzan. Este manejo del suspenso hace que Rosita (2018) se convierta en un film de climas y afmósferas donde la tensión siempre está impregnada en el aire que sobrevuela una historia con derivaciones inesperadas y giros dramáticos tan bruscos como desconcertantes. Lo que empieza como un thriller vira al drama familiar intimista.
Lola, al igual que espectador va, descubriendo al unísono facetas ocultas de Omar, un padre abandónico, con un pasado dudoso, que busca redimirse, mientras todas las sospechas recaen sobre él. Chen apuesta a un film de suspenso derivado en un conflicto familiar provocado por una comunicación ausente, que se sostiene en gran medida por una sorprendente actuación de Sofía Brito junto a Marcos Montes, que le ponen el cuerpo a los sentimientos contrariados que sobrevuelan una relación de amor-odio de la que ninguno quiere evadirse.
En Rosita, Lola, simboliza una época, de mujeres empoderadas que luchan por una causa, con aciertos y errores, con miedos propios y ajenos, pero que nunca bajan los brazos, ni aun cuando se sienten vencidas. Que Sofía Brito sea la protagonista también es todo un símbolo.