Un film noir demasiado estereotipado
El director Gustavo Cova (el mismo de la legendaria Alguien te está mirando) deja las adaptaciones animadas (Boogie, el aceitoso y Gaturro, la película) para volver a los personajes de carne y hueso en el policial Rouge Amargo. Los resultados, sin embargo, dejan mucho que desear, ya que el film no supera la medianía de un producto televisivo, tanto en forma como en contenido.
Julián (Walter Cáceres, muy por debajo de su nivel habitual) es un flamante ex convicto que llega a un albergue transitorio. Lo llamativo es que no lo hace acompañado, esfumando así la potencial intención de celebrar su primera noche en libertad. En medio de los pasillos se cruza con una prostituta (Emme) perseguida por un misterioso asesino, quien segundos antes baleó a su ocasional compañero de cuarto. Compañero de cuarto que no era otro que un diputado nacional que encabezaba una investigación sobre la corrupción del gobierno. Ni lento ni perezoso, Julián pone manos a la obra para proteger a la chica, iniciando así un tour de force por la ciudad.
Hasta aquí, entonces, una premisa reconocible, pero que hubiera podido llegar a buen puerto. Pero no. El principal problema del largometraje es su filiación televisiva. Cova filma a puro plano y contraplano, y decide montar frenéticamente las escenas de peleas cuerpo a cuerpo, generando confusión y tedio ante la imposibilidad de saber quién le pega a quién.
Intento de film noir con la geografía bonaerense como principal escenario, Rouge amargo, cuyo guión fue escrito a ¡diez! manos, es lo más cercano a una versión estirada en el tiempo del unitario Tiempo final. Esto dicho no por la unidad espacial del relato, característica nodal del producto televisivo de Telefé, sino por la tipificación de sus personajes (el ministro corrupto, la travesti de buen corazón, el hitman perseguidor, el periodista de ética inquebrantable que investiga el caso, etcétera) y la sensación de que el asunto podría haberse resuelto con mayor justeza e interés en menos de una hora.