Un guion decente echado a perder por una dirección “moderna”
Oliver Stone decía “Se puede hacer una mala película de un buen guion, pero nunca se va a poder hacer una buena película de un mal guion”. En lo que a la cinematografía local se refiere, conozco varios ejemplos de lo segundo, pero pocos a ninguno de lo primero. El presente título es una verdadera rareza: Un guion adecuado, que se desaprovecha con una dirección demasiado estilizada para su bien.
¿Cómo está en el papel?
Julián es un ex-convicto que auxilia a Cynthia, una prostituta, de morir a manos de un asesino a sueldo que acaba de ejecutar a su ultimo cliente, un candidato a senador. Huyendo de la policía, que los cree culpables, se ocultan en el departamento de un travesti amigo de Cynthia, mientras Julián trata de dilucidar por qué paso lo que paso.
Esto es la trama de Rouge Amargo, una trama que es muy bife con papas pero por lo menos tiene claro que está contando. No pretenden reinventar la pólvora, pero apuntan a usarla para entretener a través de personajes desarrollados decentemente y con escenas de acción bien concebidas y bien ubicadas.
Tiene un punto a favor: un giro de guion que, honestamente, no se lo ve venir. El punto en contra es que hay ciertas cosas que hacen un poco de ruido en el desarrollo de la trama. Nada grave, pero uno siente que con una sola pulidita más al argumento les hubiera quedado algo mucho más redondo (por ejemplo lo mal que suena la palabra “corazonada”; es demasiado artificiosa para el cine nacional). Pero el saldo definitivo es que es un guion correcto; lo que es decir mucho de una película argentina que fue escrita a ocho manos.
¿Cómo está en la pantalla?
En el aspecto actoral tenemos una interpretación correcta de Luciano Cáceres, aunque uno tiene la noción de que no termina de encontrar su lugar en la trama. Emme entrega una interpretación creíble, pero decae en aquellas escenas que requieren un poco más de emoción. Cesar Vianco (Milazzo de Los Simuladores) ofrece una interpretación temible de su asesino a sueldo, entregando lo suficiente para que el espectador lo vea como un antagonista creíble. Nicolás Pauls entrega una decente interpretación; nada para criticar, pero tampoco mucho para admirar. Lo mejor de la película a nivel interpretativo es Gustavo Moro y el travesti a quien da vida. Es uno de esos secundarios, que cuando no memorables, sostienen y muchas veces salvan una escena. Para tenerlo en cuenta.
Cuando se tiene un guion clásico y lo suficientemente bien armado como el de esta película, una dirección igual de clásica te entrega una película pasable, que cumple con la intención de entretener a la que apuntaba. Este título tristemente no lo consigue por una cámara en mano demasiado movida y un montaje, que cuando no hace abuso de las disolvencias, es demasiado ansioso para cortar; muchas veces la duración de los planos no llega a ser la suficiente para que el espectador entienda y procese la información.
Conclusión
Un título que lo tenía todo, no para ser una obra maestra, pero si para no ser una más del montón, y que lo echa a perder por una dirección demasiado efectista para su bien.