Comedia entretenida, que daba para más
Paul Dano es un escritor que no escribe hace tiempo, producto de un formidable bloqueo que lo ha dejado sin inspiración. Tiene un sueño y crea un personaje, Ruby, la chica a la que se refiere el título. Y de golpe, sin que se sepa bien cómo, o tal vez mágicamente -de hecho este detalle es lo más flojo del guión- Ruby cobra vida en la forma de la guionista Zoe Kazan (nieta del cineasta Elia Kazan) y entonces comienza este romance que tiene sus momentos divertidos aunque no siempre se sostiene del todo.
Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores del clásico del cine independiente «Pequeña Miss Sunshine», parecen manejarse mejor con los detalles absurdos surgidos de la realidad que con una comedia romántico-fantástica como ésta, en la que por momentos la gracia consiste en cómo interactúa esta chica imaginaria convertida en real con la familia y conocidos del escritor, que lógicamente, primero cree que él solo puede ver su creación, hasta que descubre que en realidad Ruby es un ser que todo el mundo puede percibir. Luego, hay momentos divertidos surgidos de los intentos del escritor por moldear a su personaje, lo que hace simplemente reescribiéndola a gusto, lo que cambia algunos detalles de la chica de sus sueños pero que obviamente es un truco que no puede funcionar todo el tiempo.
Pero, dado que es un asunto fantástico, se nota que a los directores y la guionista les falta familiaridad con el género y el asunto queda a medio camino, convertido en una especie de fábula que no tiene mucha coherencia. Zoe Kazan y Paul Dano hacen una buena pareja (lo son en la vida real, y después de todo, la guionista escribió el papel para ella, así que es lógico que lo haga bien). Pero no todos los papeles secundarios cierran del todo, empezando por una sobreactuada Annette Bening como la madre new age. En cambio, Elliott Gould es más divertido como el psiconalista del escritor. En suma, «Ruby» tiene sus momentos divertidos y se deja ver amablemente, pero daba para más.