No es bueno que el hombre esté solo
De los mismos directores de “Pequeña Miss Sunshine” (2007), que obtuviera cuatro nominaciones a los premios Oscar, de los que obtuvo dos (guión original y actor secundario), ahora regresan con otro filme que dará que hablar.
En aquella ocasión trabajaban el tema de una familia disfuncional en un viaje hacia el reencuentro, utilizando para ese fin el género y la estructura de una road movie.
En este caso también se podría decir que se trata de un viaje al interior del proceso creativo, el de un joven al que todos consideran un genio y cuya carga parece conflictuarlo.
Calvin Weir Fields (Paul Dano) es un escritor que ha encontrado la fama muy rápidamente con su primera novela. Ahora, 10 años después, se encuentra bloqueado, no puede escribir ni una línea. Ese no es su único problema, sino que la novia lo ha dejado con el corazón roto y la autoestima bastante deteriorada.
Pero su imaginación estalla una noche de verano, cuando sueña con la joven perfecta, la mitad que le falta, el yin de su yang, desde lo coloquial.
Las ideas y las palabras le surgen sin esfuerzo, toda una gran historia de amor. Pero ¿qué pasaría si ese personaje, fruto de su febril imaginación, cobrará vida? Realmente cobrará vida.
No sólo la ve él sino que todos la pueden ver, con la particularidad de que él la puede manipular desde su máquina de escribir, aunque no sabe si desea hacerlo.
Ruby, encarnada por la joven Zoe Kazán, quien al mismo tiempo es la guionista del filme, es todo lo que Calvin desea, pero esa perfección que encuentra eco en ella empieza a presentar sinuosidades, cuando ella no sólo reclama por sus derechos sino que le cuestiona el tipo de vida que llevan
La realización es posible de ser leído como una gran metáfora, o simplemente preguntándose qué significa el amor, qué el enamoramiento, qué la libertad, fuera y dentro de la pareja, los lugares de poder, la manipulación del otro.
Trabajada constantemente en tono de comedia, no deja de tener asiduamente interrogantes que la atraviesan, sobre todo respecto a los valores esenciales del ser humano.
El filme podría haber caído en la fácil y trillada manipulación salvadora de un personaje que finalmente descubrimos como un esquizofrénico, pero no, demuestra inteligencia como para que la metáfora quede instalada.
Una buena idea, bien desarrollada, con una estructura narrativa de progresión constante, asentada en un buen diseño de arte, fotografía sin demasiadas búsquedas estéticas, sustentada en las actuaciones pero, por sobre todas las cosas, con un guión que supura escritura, ingenio y creatividad.
(*) Obra de Pedro Olea, realizada en 1973