Ruby, la chica de mis sueños

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

La novia perfecta

En Jill, la novela de Philipe Larkin, el protagonista es un solitario joven que se inventa una hermana a través de cartas que él mismo se escribe, hasta que cree que ella es real. En la misma sintonía, en Ruby, la chica de mis sueños Calvin, un joven prodigio de la literatura, a quien lo que le sobra en imaginación le falta en vida social, un día se inventa una novia. Primero la sueña, después la escribe y un día se le aparece en su casa. Pero no es sólo el fruto intangible de su imaginación, sino una chica de carne y hueso, con pelo y uñas, que se corporizó desde su cabeza.

La nueva película dirigida por los creadores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, es una comedia romántica con toques fantásticos, que recupera la frescura y el tono de filmes como 500 días con ella. Aquí, lo que prevalece es también la mirada del sujeto que se enamora, el joven Calvin (Paul Dano, de Petróleo sangriento) y que literalmente crea a la mujer de sus sueños. Como en aquel filme, también la cámara se enamora y construye un halo alrededor de esta chica y sus cualidades: es hermosa, aniñada, un poco colgada y peculiar. El modelo con el que la actriz Zooey Deschanel sedujo a Jim Carrey, Joseph Gordon-Levit y la mitad de la audiencia. De hecho, el nombre de la protagonista fenemina es Zoe Kazan, quien también es la autora del guión.

La historia, justamente, apunta con humor a la idea de que la media naranja perfecta sólo existe en nuestras cabezas. Pero la idealización cobra cuerpo y vida propia. Si la literatura ha creado personajes tan intensos que parecen reales, como el Holden Caufield de El guardián en el centeno (de hecho, en el filme hay más de un guiño a la obra de J. D. Saliner), lo que Calvin hace no es sólo dar forma a su capricho, sino también probar cuán lejos llega su genialidad narrativa.

Cuando esta idea del argumento principal se agota (una idea que funciona pero que no es novedosa) y la historia parece que no tiene adónde ir, la comedia se vuelve más interesante. Calvin sabe que un golpe de su máquina de escribir en el papel es capaz de hacer que Ruby haga lo que él quiera, sabe que puede moldearla a su gusto. Deberá lidiar entonces con su vanidad de escritor superior y con su omnipotencia de macho literato.