Dream a little dream of me
Calvin (Paul Dano) es una estrella de la literatura que escribió lo que muchos consideran una de las grandes novelas americanas hace una década, cuando era un wunderkid de sólo 19. Desde entonces, vive a la sombra de su éxito precoz, recluido en su mansión californiana de la que emerge sólo para visitar a su psiquiatra y para sacar a pasear a su perro Scotty con la tímida esperanza de conocer a alguien en el camino, mientras trata de superar su bloqueo de escritor.
Estos tres elementos -el bloqueo de escritor, una sugerencia de su psiquiatra y su perro- van a funcionar como disparadores de una nueva situación: la llegada de Ruby Sparks (Zoe Kazan) a la vida de Calvin, cuando literalmente aparece en sus sueños.
El bloqueo desaparece y Ruby pasa a ocupar las páginas que Calvin tipea furiosamente, donde describe su versión ideal de una mujer. Es artista, es linda y su vida está llena de particularidades simpáticas. Un prototipo de la manic pixie dream girl, concepto propuesto por el crítico Nathan Rabin, sobreabundantes en recientes comedias románticas de los últimos años: una chica que abraza la vida y le enseña al protagonista masculino a dejar de lado sus neurosis y realizar su destino.
Cuando Calvin se empieza a preguntar en sus sesiones de terapia si no estará enamorándose de su personaje, una mañana se produce la segunda llegada de Ruby en la vida de éste: esta vez, en carne y hueso. Y en su cocina.
Es linda, es artista y está llena de particularidades simpáticas. Y aunque hacen viajes ruteros al ritmo de canciones yé yé y del pop francés, sacan a pasear juntos a Scotty y Ruby le cocina, surge con mayor fuerza otra dimensión en el film, la misma que aparece en toda relación en cierto punto: lo ideal versus lo real.
Porque Ruby, si bien es su personaje, no es una mera manic pixie dream girl sin intereses propios más que el de ayudarlo a él a avanzar con su vida. Y Calvin deberá elegir entre una relación con una versión de su chica ideal a la que puede controlar a gusto (cada cosa que él redacta sobre Ruby en el papel, se cumple en la vida real) o una relación con la mujer de carne y hueso que él creó a partir de la ficción, pero que quiere tener vida propia.
El guión de Zoe Kazan (que no sólo se pone en la piel de la protagonista, ella misma es una dramaturga reconocida desde su adolescencia; y sí, también es la nieta del polémico Elia Kazan) presenta algunas ideas interesantes en su acercamiento a temas clichés como el bloqueo creativo, la reclusión y las expectativas por relaciones potenciales que puede albergar un hombre joven. La dirección de Jonathan Dayton y Valerie Faris, en su primer película desde Pequeña Miss Sunshine en el 2005, es correcta, particularmente en la construcción de las otras relaciones de la vida de Calvin.
La interacción entre Calvin y su psiquiatra el Dr. Rosenthal, interpretado por el genial Elliot Gould (uno de los tantos aciertos -aunque un poco obvios- del casting), podría caer en cierta ridiculez, pero la interpretación honesta y cálida de Gould en sus interpelaciones a la neurosis del personaje de Dano terminan ganando.
Lo mismo va para Annette Bening como la madre new age, Antonio Banderas como su pareja, Steve Coogan como el agente cínico y Chris Messina como el hermano casado que hace de contrapeso al idealismo naif, y en muchos momentos controlador, de Calvin.
Pero todos los factores y cuestiones que se van agregando a la historia compiten en la atención de la audiencia, desdibujándose unos a otros. No se puede decir si es irónico sin intención o un brote de autoconciencia que en el film, el hermano de Calvin, al ver un borrador de la novela sobre Ruby le pregunte: "¿Pero a dónde querés llegar con esta historia?".