Hecha para amarme
Calvin (Paul Dano) es un joven escritor en pleno bloqueo. Nada lo inspira para seguir escribiendo. Llegó a ser reconocido siendo más joven aún, y desde entonces sus pares y editores lo tratan permanentemente de genio, o niño prodigio. Adolescente prodigio, en realidad.
Para ayudarlo, su psiquiatra (Elliot Gould) le da una tarea: que escriba al menos una página sobre una chica. Calvin comienza así a escribir sobre una que vió en sueños, tan apasionadamente que casi no come ni duerme. La muchacha se llama Ruby (interpretada por la guionista del film, y nada menos que nieta de Elia Kazan, Zoe Kazan), y él inventa todo sobre ella, su historia, sus gustos, su inmenso amor por un chico… llamado Calvin. Todo parece encaminado: una vez más logró escribir, hasta que la normalidad se quiebra cuando Ruby, la ficción, se convierte en realidad.
Esta película trata el tema, ya visto en otras, del creador y la criatura, con la salvedad de que lo lleva al terreno de la comedia romántica. Hasta dónde la Ruby real es tan real, si no deja de ser un producto de la imaginación de quien la creó. Qué pasa cuando ella no quiere seguir el rumbo que su inventor le marca. Hasta dónde una persona es capaz de manipular a quien ama, para que nunca deje de ser esa cuasi perfecta idea de la que se enamoró.
El dilema borgiano se entremezcla así con la rutina de una pareja común y corriente, que puede ser cualquiera, planteando un cuestionamiento interesante, consistente, y con un guión que logra resolver bien la cuestión, teniendo en cuenta lo disparatado del punto de partida. La independencia, los espacios personales, la individualidad de cada uno de los miembros de una relación, también son aspectos revisados en este filme.
Dirigida por los mismos directores de "Little Miss Sunshine", Jonathan Dayton y Valerie Faris, ésta es otra propuesta diferente en un género en el que abunda la repetición insulsa.