EL TERROR ES UNA SENSACIÓN, NO UNA FOTO
Encuentro muchos elementos que no están bien trabajados en Ruega por nosotros. Pero por sobre todo me deja pensando ¿qué nos genera miedo? Al ver esta película no puedo evitar pensar en las fallidas La monja (2018) y Cementerio de animales (2019). Ambos film apuestan a una estética llamativa, a un afiche que vende, pero que luego no se sustenta con un clima propicio para el terror. No basta un acierto estético para generar miedo, e inclusive quizás ni siquiera hace falta.
Debajo de una careta de madera con el rostro de María se encuentra el mal, que en un momento de la historia tuvo el rostro de una mujer. El terror que acecha en el film aparece de la mano de milagros que suceden bajo el nombre de la divinidad, pero que en realidad tienen detrás al demonio.
No es de extrañar que los discursos religiosos aparezcan en un film de terror. Se representa nuevamente esa lucha entre el bien y el mal. Pero depende el modo en el que se utilice el tema para que sea o no manipulado en beneficio de una lección moral. En este caso el film se sirve de la estética de la iglesia, con sus santos, para generar una ambientación celestial corrompida tras lágrimas de sangre que caen de las estatuas. Pero la intención aleccionadora brota por todos los rincones.
El protagonista, un periodista inescrupuloso, a medida que se acerca y conoce a las personas que están en la iglesia comienza a replantearse sus acciones. Realiza un cambio que lo lleva a darse cuenta de que la fama no es lo más importante. Lejos está esto de ser una interpretación de quien escribe. Desde el guion queda muy en claro el cambio de pensamiento de este hombre. Y por si no fuera suficiente, el film se encarga de decirnos directamente que hay que cuidarse de los falsos profetas.
Pero, volviendo a la utilización estética de lo religioso, no está nada mal la elección que se hace. Bien podría ser una ambientación adecuada para lograr generar miedo. Sin embargo, los elementos que se utilizan no forman un todo con el film. Los recursos aparecen salpicados en otro fin mayor, la intención moralista. Esto hace que nunca se llegue a generar climas apropiados y que no estén todos los elementos puestos en la perturbación del espectador.
Y si vamos específicamente a aquella criatura que aterroriza, o bien acecha, en Ruega por nosotros, lo cierto es que bien puede funcionar para una foto. Es una buena idea estética la que se construye. Pero tener una figura terrorífica de frente no implica generar miedo. El temor se construye, se sufre en el tiempo que parece no pasar frente a aquello que se aproxima. Incluso muchas veces es más el terror que nos da aquello que no podemos situar del todo porque nuestra imaginación completa esos huecos con los peores espantos.
Mostrar de frente, durante mucho tiempo, a aquella criatura que se supone nos debe generar miedo parece una idea que intenta mostrar más al vestuario, el maquillaje y la puesta en escena. Pero resulta contraproducente en el efecto. Acostumbrarse a lo espantoso supone una naturalización que lejos está de causar espasmos. Y si a eso le sumamos unos cuantos efectos de mala calidad, poco verosímiles, queda lejos la esperanza de poder disfrutar de un buen susto.