Balas de fogueo
Un joven regresa al pueblo donde sus padres fueron asesinados, para vengar la muerte de ambos en manos del capo del lugar. La típica trama de venganzas, bajo la premisa de ‘pueblo chico infierno grande’, se desarrolla cuando el intimidante y turbio hombre de poder quiere sacar del medio al mentado justiciero, quien -para colmo- se involucra sentimentalmente con Maru, la hija del mafioso, amenazando los planes del mismo.
La idea surge a partir de un guión de Luis Sáez, dramaturgo teatral, que lleva al cine una historia que atraviesa, principalmente, el vínculo que se produce entre los personajes principales. “Ruleta Rusa” comienza relatando la historia de Rudy, quien arriba a una localidad de provincia para averiguar acerca de la desaparición de sus padres. A partir del encuentro con la mencionada Maru, se produce el conflicto desencadenante: el citado villano fue la persona que delató a los padres del muchacho, merced a un conflicto político que los dividió hace décadas.
En primer lugar, la película recurre al lugar común del idilio amoroso shakesperiano tan mentado, en donde dos familias enfrentadas políticamente constituyen el escollo ideológico que una pareja de jóvenes deberá sortear, eligiendo el camino del amor salvando dichas diferencias. Bajo el lema de ‘una sucia y moderna historia de amor’ el film presenta dicha relación de un modo torpe, precipitado y presa de las situaciones más inverosímiles. En esa huida que, metafóricamente, se transforma en una búsqueda por encontrar la verdad, el peligroso pueblo se convierte en el lugar de tránsito, transformación y escape de los jóvenes enamorados, quienes atravesarán giros imprevistos que resienten la trama con un sinnúmero de falencias en su resolución.
La tendencia estética de los lugares que atraviesa el relato divide al mismo en situaciones eje y se ven reflejados correctamente gracias al sello autoral que imprime su director, Eduardo Meneghelli. Por tal motivo, la perversidad del juego de la ruleta rusa -que intenta dar sentido al relato promediando su conclusión- aflora en un mundo subterráneo y sórdido donde la sutileza brilla por su ausencia. Allí, la enamorada pareja recorrerá escenarios dantescos poniendo en riesgo su supervivencia a través de un ambiente expresionista, exageradamente sádico e infernal.
Está claro que se trata de un thriller de personajes, en quienes se enfoca la tensión dramática de la historia prefigurando cierta idea de la justicia, el amor, la venganza y un giro inesperado del destino que funcionará como catalizador de estas familias enfrentadas. En este sentido, es llamativa la inexpresividad y falta de carisma del actor Gabriel Peralta, absolutamente nulo en transmitir emociones y credibilidad a su personaje. Por su parte, la debutante Abril Sánchez hace lo que puede con un personaje plagado de estereotipos. Mientras que Enrique Liporace (el mentado villano que maneja la política, las apuestas de juego y la prostitución del lugar), Patricio Contreras y Pompeyo Audivert aportan calidad y trayectoria a un elenco deficiente y caricaturizado.
Pese a las buenas intenciones mencionadas como premisa, nos encontramos ante una historia confusa y fallida en cumplir con los mandatos del género. Si bien el acento está puesto en el trabajo de los personajes para sostener ese mundo interno que los construye moralmente -y por consiguiente poner en escena el motor dramático que los moviliza- las vueltas que presenta la trama y su resolución son desacertadas y pobres artísticamente. Con la historia amorosa en el centro de la escena y sometida a un mundo dominado por seres infames y miserables, “Ruleta Rusa” deja tras sí un intento fallido de cruce genérico. Insuficiente sostén para este oscuro policial convertido en romance clandestino, tan intrincado como absurdo.