CARRERAS ERAN LA DE ANTES
Rush es la versión cinematográfica de una historia cinematográfica. En la memoria de este viejo fanático de las carreras de fórmula 1 en la década del ’70, Hunt era un corredor mediocre con suerte y buenas relaciones, y Niki Lauda era un gran campeón. La película de algún modo exagera lo que el adolescente que habita mi memoria considera un capítulo menor dentro de una gran etapa de la máxima categoría del automovilismo internacional.
¿Por qué comenzar la nota con una referencia personal? Porque inevitablemente la mirada del crítico como espectador está atravesada por el placer de los autos, los sonidos, los nombres de ídolos pasados y los recuerdos de un tiempo en el que uno deseó intensamente.
Todo está dado para que Ron Howard, un director hecho a la medida del cine industrial intrascendente pero rendidor, haga una de las suyas. Un corredor inglés bebedor y mujeriego, que surge de la mano de un aristócrata. El joven austríaco que apuesta toda su herencia a aquello que lo apasiona y conoce, los autos. Uno hermoso y apropiado para el espectáculo. El otro frío, calculador, certero e incapaz de relacionarse con los demás. James Hunt y Niki Lauda llevaron a las pistas el enfrentamiento deportivo como una disputa personal. Casi como una disputa de modelos de vida. Y el mundo del negocio deportivo lo tomó como maná del cielo para vender el espectáculo automovilístico.
La cama de uno y sus amores frustrados. El matrimonio del otro y la felicidad plena. El desenfado y el riesgo contra el cálculo y la precisión. Y en medio de eso, el accidente terrible que vivió Lauda, su recuperación y el título mundial en juego entre los dos hombres que sentían que el podio era mucho más que el reflejo de un resultado deportivo.
Howard lleva con inteligencia esta mezcla de moralina, drama amoroso y vértigo deportivo. Los actores aportan lo mejor de sí para dar la máscara apropiada a los dos contendientes. El resultado es un muy buen duelo entre los personajes que encarnan, más que una confrontación del trabajo de los actores elegidos.
No es una obra trascendente. No alcanza picos de tensión de Apollo XII ni los niveles de desafío de Nixon/Frost, sin embargo atrapa y logra recuperar con muy buena calidad el registro de aquellos tiempos de carreras, donde la vida estaba permanentemente en juego.
Una película típica para una historia típica. Rush tiene la particularidad de respetar los modelos clásicos de los registros que recorre. Eso es sin dudas una virtud, incluso para el mediocre cine industrial de la actualidad.
Por Daniel Cholakian
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