Aparente superficialidad que esconde un profundo análisis
Escuché a un periodista especializado en deportes hablar del “gen competitivo”, definido éste, en casos de deportistas muy selectos de la historia, como la chispa, la motivación, ese motor impulsor del deseo de ganar y que en ellos funciona como un plus. Algo que no tienen los demás por el sólo hecho de considerar a todos los rivales por igual. Tal vez no es demostrable pero existe. Leonel Messi y Cristiano Ronaldo podría ser un caso paradigmático. Se destacan por sí mismos, pero el tiempo los juntó en los dos equipos más grandes de España, uno de un lado y otro del otro. El gen competitivo hace que la excelencia de uno potencie en el otro el deseo de superarlo. Probablemente algunas de las más grandes hazañas deportivas se deban a esto.
¿Qué motivaba a Niki Lauda y a James Hunt a hacer lo que hacían en la pista de la fórmula 1 y a arriesgar lo que arriesgaban? Estaba claro que los intereses de uno y otro para ingresar al mundo de la alta competencia eran muy disímiles. ¿Por qué la “pica” entre ambos? ¿Qué tenía uno que el otro no, como para querer vencerlo a toda costa?
Todo este planteo, las preguntas (y las respuestas) es el conjunto de factores por los que pasa el argumento de “Rush: pasión y gloria”. La nueva película del ecléctico Ron Howard comienza con Niki Lauda (Daniel Brühl) narrando el estado de ánimo que tenía el 1º de Agosto de 1976, y como eso cambiaría su vida en cuestión de segundos. Luego veremos en un gran y largo flashback todos los antecedentes necesarios para conocerlo. Algo de sus orígenes, una importante rebeldía a los mandatos paternos y su encuentro con James Hunt (Chris Hemsworth). En ese instante surgen las motivaciones individuales en un planteo que aparenta superficialidad pero esconde un profundo análisis sobre ambos. En este sentido la obra es como la deconstrucción de una relación dada en un marco espectacular y glamoroso como lo es el de la fórmula 1. También aborda la pasión y la convicción por lo que uno hace lo que hace.
“Rush: pasión y gloria” sólo se parece a sus antecesoras en lo concerniente al marco donde se desarrolla la acción, por ejemplo “Grand Prix” (1966) de John Frankenheimer, o la olvidable “Alta velocidad” (2001) con Sylvester Stallone. En todo caso la mayor similitud sería aquella efectista “Días de trueno”, dirigida por Tony Scott en 1990, que asumía la rivalidad entre Tom Cruise y Michael Rooker como eje central. Ron Howard se corre de estos antecedentes utilizando el entorno como un personaje adicional. Por eso la recreación de aquellos años es minuciosa, estudiada y magistralmente filmada con una estética que, excepto por los avances tecnológicos, bien podría ser un clásico de los ‘70. Se luce el elenco. Daniel Brühl (el de “Good bye Lenin”, 2003) compone un Lauda fenomenal, y es gracias a esa actuación digna de nominación al Oscar, que el limitado Chris Hemsworth logra estar a la altura de la circunstancia.
Todos los nombres de la época están presentes, hasta hay una pequeña referencia al Lole Reutemann luego del accidente de Lauda. La película decora su gran realización con un tinte nostálgico y emotivo para quienes ostentan más de 40 años, pero no por ello deja afuera al resto. Por el contrario, es un gran ejemplo de no dar nada por sentado y de cómo un director, por mas variada que sea su obra, nunca debe perder el objetivo de, ante todo, contar una historia.