Así como Aballay fue un auténtico western argentino, atravesado por la cultura gauchesca; Sal, con otra propuesta formal y narrativa, se podría decir que es un singular western chileno, dotado de sus modismos típicos, con aportes de nuestro país. Para empezar esta ópera prima es de Diego Rougier, un argentino radicado en Chile, y uno de sus personajes clave, Patricio Contreras, es un chileno que ha echado raíces en nuestras tierras sin olvidar sus orígenes. Esta amalgama, a la que hay que añadir a un actor principal español como Felé Martínez, da por resultado un fenomenal film de género, en el que también tiene lugar la parodia y algún gag bizarro. Los artilugios clásicos de la trama –la venganza, la lealtad, el honor, la traición-, dan pie a inserts evocativos propios del cine del lejano oeste o del mismo spaghetti. Por otro lado Sal arranca con el atractivo tópico del cine detrás del cine, ya que el protagonista es un mediocre director de cine español que, aún con un guión defenestrado, está empecinado en hacer un western en los paisajes
desérticos trasandinos. Al arribar allí será confundido con un pistolero fugitivo al que le adjudican atributos que no tiene (¿pero que acaso tendrá?). El tratamiento de la imagen y la estética del western son impecables, y se ven realzados por la transformación dramática que sufre el personaje de Martínez y el estupendo trabajo de Contreras como un villano de fuste.