Un western huevón
La película chilena Sal (2012) propone un juego entre realidad y representación al narrar la historia de un director que tiene la titánica idea de realizar un western en el desierto de Chile. Las vueltas de la vida (y del relato) llevarán al personaje a verse envuelto en su propia película.
Sergio es un director de cine español que se encuentra en Chile buscando financiación para su película. Guión en mano va de reunión en reunión y la respuesta parece ser determinante: te falta experiencia en el tema para poder contar esa historia. Palabras del destino, viaja a la posible locación, es confundido con un lugareño y se verá envuelto en una historia propia del mejor western chileno.
Con este interesante recurso, Sal nos adentra en un juego entre realidad y representación que invita al espectador a vivir las situaciones que atraviesa el personaje. El western no es un juego, es un género áspero y duro como sus personajes, parece decirnos el film. No se trata de una caracterización exagerada, sino que son las mismas condiciones climáticas –el seco norte chileno- las que forjan los caracteres y actitudes de los personajes.
La película dedica tiempo al plantear los motivos del desarrollo dramático de las situaciones: qué es lo que lleva al personaje a realizar tal o cuál acción. De esta manera, y con el juego conciente siempre latente, nos adentramos en el relato crudo del género. Sin embargo, hacia el final la película abusa de sus logros e intenta esquematizar cada situación clásica del género: sobrevivir al desierto, salvar a los pueblerinos, y enfrentarse cara a cara con el villano en el duelo final. Y cuando el final se acerca por éstos rieles, el juego planteado en un comienzo se pierde y el desenlace se torna previsible.
Así y todo, Sal es un muy buen exponente del género en su desembarco en el país de la cordillera. Impecable técnicamente y con una gran actuación de Patricio Contreras que compone al villano en cuestión.