Las curiosidades de la distribución local son tan sorprendentes que puede ocurrir lo de esta semana: dos estrenos de origen chileno un mismo día En el caso de “Sal” podemos sentirnos gratificados. En los ámbitos académicos de las carreras de cine es probable que encontremos más fanáticos de Sergio Leone que de otros directores de western. Sucede que es un tipo de cine muy identificado, muy particular y generador de varios exponentes de culto como “Keoma” (1967), “Un dólar marcado” (1965), y ni qué hablar de la trilogía del sin nombre (Clint Eastwood).
Todo esto hace que una película de vaqueros hablada originalmente en español resulte rara, sonoramente extraña. Pone una barrera difícil de pasar y que atenta contra la verosimilitud. Suena "raro", y ese "raro" interrumpe el proceso de entrar en la propuesta como espectador. Sería parecido a escuchar a Clint Eastwood en nuestro idioma tratando de tirar los diálogos del “Martin Fierro”
Luego, ¿cómo hace un cineasta para poder filmar una de vaqueros despojado del temor al ridículo? Pues para no quedarse con las ganas el realizador Diego Rougier aggiornó la estructura de un spaghetti western reemplazando caballos por camionetas; revólveres por pistolas automáticas y, por las dudas, desvió la trama principal del guión hacia la tangente "cine dentro del cine".
Así conocemos la historia de Sergio (Fele Martínez), un guionista mediocre que trata de convencer a productores en España de filmar un western en el desierto de San Pedro de Atacama en Chile. Ante todas las negativas, decide viajar al lugar donde vive un poco de la película que imaginó (que no conviene revelar), mientras reescribe el guión a medida que se suceden los acontecimientos, o mejor dicho le suceden, porque a nuestro héroe le pasa de todo.
Para aumentar y decorar las virtudes de su película, el director contó con una extraordinaria dirección de fotografía y algunas composiciones de imagen muy cercanas a lo pictórico. A esto hay que agregarle la muy buena utilización de los espacios naturales. Realmente se logra plasmar la aridez extensiva y cruel de uno de los desiertos más duros del mundo. En este sentido, podríamos decir que así como ocurre con casi todas las producciones del oeste, el marco geográfico es un "personaje" fundamental cuando está bien utilizado. Todo el elenco sabe de qué la va cada uno y está bien. A Fele Martínez ya le habíamos visto un buen trabajo en “La mala educación” (2004), y Patricio Contreras le tira todo su oficio a la cámara para hacer un villano muy interesante.
“Sal” es una realización entretenida, respetuosa del estilo que trata de homenajear. Acaso podría achacársele algunos minutos sobrantes cuando el espectador ya intuye como termina, pero no disminuye el hecho de estar ante un entretenimiento bien pensado y realizado.