Ser médico es mucho más que ser médico
Durante una consulta, una anciana paciente dice algo así como “yo tomo ese medicamento porque tengo un poquito de diabetes”, a lo que el médico rural Arturo Serrano le contesta “no, usted no tiene un poquito. Usted TIENE diabetes”. De momentos así, directos, casi crudos, pero a la vez sensibles y cuidadosos, está hecho Salud rural, bello documental que en principio gira alrededor de ese doctor que cuida la salud de los habitantes de Santo Domingo, un pequeño pueblito de Santa Fe.
Pero el realizador Darío Doria tiene la inteligencia y perspicacia de dejar a Serrano casi permanentemente fuera de campo, sin dejar de otorgarle una potente presencia a través de la voz, para enfocar la mirada de la cámara primariamente en los pacientes, en sus rostros temerosos frente al dolor pero confiados en la sabiduría médica, o en sus cuerpos padecientes, siempre encuadrados en fragmentos.
Hay ahí presente una decisión definitivamente ética a nivel estético de Doria, que se complementa con la concepción de su profesión por parte de Serrano: lo que importa son los pacientes, las personas que esperan, aguardan, con la mayor paciencia posible -de ahí el término “pacientes”- por mejorar su salud. El médico podrá ser el protagonista, pero en verdad es más bien un puente para pensar, observar y hasta reivindicar a las personas que se ponen bajo su cuidado, y que también tienen historias detrás, conjunto de formaciones que las terminan definiendo en sus diversas individualidades.
Esta postura, que también constituye un posicionamiento definitivamente moral, se sostiene en esa confianza antes mencionada por parte de las distintas personas que son atendidas por Serrano -hay escenas donde se nota de manera extrema lo invisible que queda la cámara para los pacientes, quienes hablan de hasta de sus intimidades con una soltura apabullante- y una sutileza en la narración -porque se está contando la vida de un médico y hasta de un pueblo entero- que permite que sea el mismo espectador el que vaya haciendo su propio recorte, su propio diagnóstico sobre lo que observa.
Salud rural, a partir de una puesta en escena respetuosa de lo que retrata y un montaje armonioso y fluido, que se emparentan con el carácter sereno y honrado de Serrano, se va constituyendo en un complejo análisis de los lenguajes de la medicina y el dolor, del miedo a la pérdida, de la incertidumbre y de un modo de concebir el mundo. Una película que, en voz baja, delinea un poderoso discurso político y cultural.