La historia de una mujer extraordinaria.
En la Argentina oligárquica, patriarcal y cristiana de comienzos del siglo XX, Salvadora Medina Onrubia fue una mosca blanca. Desprejuiciada, libertaria y feminista avant la lettre, esta mujer indómita que terminó doblegada por la tragedia familiar fue precoz y longeva. La realizadora Daiana Rosenfeld, que previamente había correalizado junto a Aníbal Garisto los documentales El Polonio y Los ojos de América, basa su documental Salvadora en el abundante archivo familiar de los Botana (Onrubia fue la esposa del célebre Natalio), que mecha con testimonios en off y la muda presencia de una actriz en on, representando a esta escritora, maestra rural, periodista y militante feminista, nacida en La Plata en 1894 y fallecida en 1972, en un inmenso y descascarado departamento de la Capital Federal.
“Me hice en un lugar de la provincia de Buenos Aires”, dice Salvadora, en lugar de decir “nací”. A los 16 queda embarazada, producto de la relación clandestina con un conocido político platense, y decide no abortar ni casarse. “Se casaban las idiotas”, afirmaría más tarde. “Se casaban y la vida se detenía”. Tiene a su hijo, al que pone el raro nombre de Pitón, pero no puede hacerse cargo de él y lo deja al cuidado de sus padres. Ya antes de ese episodio había empezado a colaborar con la revista Fray Mocho, y en 1914, recién llegada a Buenos Aires, comenzaría a hacerlo en el periódico anarquista La Protesta, en un momento en que la cantidad de mujeres periodistas era ínfima. Su desembarco en la capital no es tímido: en febrero de ese año ya está dando un encendido discurso público, parada sobre el dintel de una ventana, en un mitin por la libertad de Simón Radowitzky, el anarquista que cinco años antes había asesinado al jefe de policía, Ramón Falcón.
Pero a Salvadora no le bastaban los discursos. Dos veces organizó la fuga de Radowitzsky. Falló las dos. El tiempo corría: en 1915 se casa con Botana, que gracias a la popularidad del diario Crítica “construyó un imperio”, en palabras de Salvadora. Eso le permite ir a los actos anarquistas en Rolls Royce. En 1930 se opone al golpe de Uriburu, del que su marido había sido principal fogonero, y es puesta en prisión.
La realizadora cuenta esta historia literalmente extraordinaria con elegancia y fluidez, recurriendo al relato de una de las nueras de Salvadora y a los datos aportados por Sylvia Saitta y Álvaro Abós. Algunos reiterados planos del cielo, nubes azafranadas y aves en vuelo tal vez estén destinados a insuflar una dosis de poesía visual, cuya necesidad sería discutible.