Traficantes por naturaleza
Oliver Stone tiene en su obra dos tipos de películas: aquellas con claro mensaje patriota, donde entran también los films sobre presidentes norteamericanos, y las películas estéticas, donde prima la narrativa con gran uso de violencia pero desde un atractivo esteticismo clipero. Salvajes (Savages, 2011) se encuandra dentro de esta última categoría aunque sin profundizar ni en la violencia, ni en el recurso estético.
Dos amigos tienen un negocio: trafican marihuana. Como pequeños empresarios, se dan el lujo de manejar a su modo la distribución del producto. Cuando se resisten a aceptar un trato propuesto por el cartel de droga mexicano, su novia (a la cual comparten) es secuestrada y comenzarán sus problemas. Deberán crear ua estrategia tal que les permita salirse con la suya y recuperar a su chica.
En Salvajes prima el desequilibrio. El matón que interpreta Benicio Del Toro, mexicano malo y exageradamente ridículo, es un exceso en si mismo. El actor que supo interpretar al Che Guevara, parece no tomarse nunca en serio a su personaje inclusive riéndose de su composición. En ese mismo registro, aunque no tanto, están John Travolta y Salma Hayek. El estereotipo que envuelve a dichas criaturas es superado por el guiño al texto estrella que supieron construir los actores en cuestión a lo largo de sus carreras. Todo es exageración como sucedía con los personajes de Asesinos por naturaleza (Naturals born killers, 1994) o Camino sin retorno (U-Turn, 1997).
Pero el problema es que ni los protagonistas –bastantes limitados en sus caracterizaciones- ni los demás personajes siguen ese registro, dejando el tono autopródico de lado en la construccion de la historia. Queda entonces un relato policial con algún que otro resquejo de imágenes oníricas olvidadas en transiciones del relato. Es decir, esos colores que ambientaban la atmósfera de Asesinos por naturaleza y daban al film un clima de extrañeza y perturbación, en Salvajes es apenas un dato de color rápidamente olvidado.
La historia de Salvajes en si carece de ritmo, hay demasiadas escenas de diálogo para que se luzcan los actores de renombre, que interfieren en la fluidez narrativa. Sus apariciones son necesarias a nivel dramático pero no ayudan a enriquecer la acción de la historia. Y la película intenta ser de acción.
Si algo caracterizaba al cine de Oliver Stone era su claridad de ideas. Algo que en Salvajes es difícil determinar.