Oliver Stone es un director netamente político. Sobran muestras como “Frost/Nixon” (2008) “JFK” (1991), “Pelotón” (1986); “Salvador” (1986); “Asesinos por naturaleza” (1994); “W” (2008), “La radio ataca” (1988) y “Wall Street” (1987). Para su propio beneficio sabe contar historias. Un narrador nato. Ignoro las razones por las cuales decidió, para esta última producción, dejar de lado todo lo que la novela de Don Winslow tiene de política (incluyendo un párrafo concreto sobre republicanos y demócratas), para convertirla en una simple historia sobre uno de los carteles de drogas más importantes en conflicto con tres neohippies que cultivan la marihuana más pura del mundo.
No está ni bien ni mal, son elecciones. Llama la atención de todos modos un doble final inexistente en la novela, que se parece más a un requisito de los productores que a una decisión propia, peor aún, cuando uno lee en los créditos que la adaptación es del propio Winslow junto con Shane Salerno.
Ben (Aaron Johnson) y Chon (Taylor Kitsch) son amigos desde la infancia. Uno es soñador (con ínfulas de mártir, yendo al Africa, para ayudar a los más necesitados financiado por la droga que vende), el otro terrenal (ex combatiente en Irak y Afganistán, duro, crudo y visceral). Ambos comparten la misma mujer, O (la bella e insulsa Blake Lively). En efecto, O (auto abreviatura de orgasmo y su nombre original Ofelia), comienza con una narración de la historia estableciendo las características de ambos, y de ella misma. El personaje queda dibujado como una hija de millonarios adicta al sexo y a un buen porro, que le sigue el tren a estos dos amigos. Una hippie con plata, que vendría a ser como el helado caliente, pero que a esta historia le cabe perfecto.
Mezclado en todo esto está el Cartel de Baja, liderado por Elena (Salma Hayek) y su lacayo Lado (Benicio del Toro). ¿La conexión en California? Es Dennis (John Travolta), un policía-mercenario que cambia de color como el camaleón. Todos tratan de sacar tajada de la torta con sus respectivas motivaciones. Planteada la situación, el guión trata de demostrar (fallidamente) por qué, se tenga la filosofía que se tenga, los seres humanos son salvajes, algo que sí logra la novela, aún estando lejos de ser una obra maestra de los best sellers.
Entonces, ¿qué es “Salvajes” de Oliver Stone? Una película de acción (con más baches que la ruta 4, enmarcada en una narración en primera persona que en vez de elegir ponderar o condenar a sus personajes los conmina a un cuento de hadas (por momentos inverosímil). Impecablemente filmado, pero negador de su final y, por si fuera poco, con el discurso original licuado a un desaparecido "american dream" , que se sostiene (y lo muestra posible) en un marco ilegal.
Definitivamente, Oliver Stone debería dejar de pretender ser Quentin Tarantino y ocuparse de lo que realmente sabe hacer. Tiene con qué hacerlo, pero sin dudas no lo hizo en esta producción.