Salvajes

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Breaking savage

La relación entre Quentin Tarantino y Oliver Stone cuando este último filmó Asesinos por naturaleza, un viejo guión del primero, no fue la mejor. Entre muchas cosas, Tarantino acusó a Stone de no tener sentido del humor y de no interpretar de qué estaba hablando con aquella historia que el director de Pelotón convirtió en una sensacionalista y banal crítica a la relación entre los medios y la violencia. En verdad, sin analizamos la filmografía de Stone y la ponemos en abismo, descubrimos que el humor es algo a lo que este hombre le esquiva o, en todo caso, posee un humor que el resto de la humanidad no entiende. Esta última posibilidad sería coherente si vemos el personaje de Salma Hayek en Salvajes, la líder de un cártel de drogas mexicano, construido a puro trazo grueso y con el espíritu de un culebrón (de los malos). Ahora, ¿el personaje está bordado desde el humor o es pura impericia de Stone para trabajar con sutileza un personaje bastante rico e interesante? Fundamentalmente una ironía que anda dando vueltas todo el film y nunca queda evidente, es lo que hace trastabillar a este correcto thriller.
Salvajes, la película con la que Stone intenta enderezar su carrera, es una adaptación de la novela de Don Winslow pero también podría ser vista como una reescritura de Breaking Bad, la sensacional serie de Vince Gilligan que da la cadena AMC. Si la ven, imagínense a Walther y Jesse reconvertidos en un gurú algo hippie y un ex integrante del ejército norteamericano, que venden la mejor marihuana del mundo y se involucran tanto en ese mundo que quedan expuestos ante unos mafiosos mexicanos de los carteles de drogas. Al igual que aquellos, estos Ben y Chon se creen gente buena pero progresivamente se dan cuenta que pueden cometer los hechos más aberrantes. Sin embargo, a diferencia, estos están contenidos por un guión que los justifica y se vuelve bastante reaccionario cuando puede.
Hay algo que de tan antiguo, termina causando cierta ternura en Salvajes. Y esto es el modo en que Stone filma: como decíamos, intenta reencauzar su carrera luego de varios films históricos y documentales que lo alejaron del gran público. Y más allá de la blandengue Wall Street 2, aquí se mete en el barro de sus películas menos respetadas pero más iconográficas: un poco de The Doors, otro tanto de Asesinos por naturaleza y una pizca de Camino sin retorno. Es decir, todo ese cine híper-violento que hizo en los 90’s. Y Stone lo vuelve a hacer, pero como si entre 1990 y 2012 no hubiera pasado nada en el medio. Hay filtros en la luz, montaje abrupto, virajes de color, una narración fragmentaria, que hacen que una película pretendidamente moderna parezca más un museo. Lo más interesante que aporta aquí son dos personajes femeninos complejos, especialmente el de Salma Hayek (una mujer poderosa en medio de un mundo habitualmente patriarcal, pero que no puede dejar de lado su costado maternal), aunque está totalmente desperdiciado por el trazo grueso del director.
Stone ha sido calificado, un poco a la fuerza por los temas que abordó en sus películas, un director político. Digamos en ese sentido que lo suyo nunca fue la sutileza, sino más bien lo exhibicionista, que en el caso de JFK funcionaba muy bien. Por eso, todo lo que filme, así sea el cumpleaños de 15 de su hija, será visto como un relato político. Es cierto que Salvajes es un policial, con ecos de neo-noir, algo de western y un sadismo particular en algunas escenas de violencia, pero es también, gracias al filtro de Stone, una mirada a cierto desencanto y nihilismo actual, posicionando a las drogas como símbolo del mercado y de la crisis global. Pero lo que choca fatalmente con esta posible lectura, es la impericia del director para darse cuenta que antes que todo eso, el relato es una ironía gigantesca: allí está la palabra “salvajes” usada como ofensa desde los norteamericanos hacia los mexicanos y de estos hacia aquellos. En todo caso, el humor en Stone es reaccionario y xenófobo, haciendo ver a los mexicanos (lo de Del Toro y Hayek bordea el peor grotesco) como unos pajueranos y a los norteamericanos como víctimas involuntarias de esa corrupción que llega desde el sur del continente. Esa pérdida de la inocencia, que sostiene el punto de vista de la narradora (Blake Lively), quiere ser filtrada hacia el final como un drama existencialista. Sin embargo esas imágenes postreras resuenan tan falsas como las de ese paraíso-infierno que encontraba DiCaprio en La playa, de Danny Boyle. Salvajes, en definitiva y al igual que sus poco confiables personajes, no sabe muy bien qué quiere decir ni cómo lo quiere expresar. En definitiva, lo salvaje termina siendo un oso de peluche. Pero ni siquiera es Ted.