Los Coen le declaran su amor a la época de oro del cine
Maestros de la sátira y del humor negro, los hermanos Coen regalan con ¡Salve, César! su película más amable, o al menos todo lo amable que pueden ser estos guionistas y directores que han hecho del cinismo y del patetismo dos características esenciales de su filmografía.
¡Salve, César! es también su largometraje más puramente cinéfilo, ya que se trata de un homenaje a la era de oro de los grandes estudios de Hollywood a principios de la década de 1950. El protagonista de esta tragicomedia es Eddie Mannix (Josh Brolin), inspirado en VP Mannix, quien se hizo famoso tapando escándalos y resolviendo conflictos durante varias décadas en la MGM. En verdad, nada de lo que ocurre en este nuevo film de los Coen que inauguró el último Festival de Berlín es estrictamente como ocurrió, pero casi todos los hechos y personajes tienen alguna conexión con la historia del cine.
La película arranca (y termina) con Mannix confesándose en la iglesia. Las cuestiones de fe sobrevolarán todo el relato, pero aquí la verdadera religión es el cine, se trata de creer en el arte de hacer, vender y ver películas. El protagonista es el encargado de que todo funcione razonablemente bien en Capitol Films, un estudio en el que se están rodando varios proyectos de manera simultánea: desde un musical protagonizado por un Channing Tatum en plan Gene Kelly hasta otro con coreografías acuáticas con Scarlett Johansson como una suerte de Esther Williams, pasando por westerns liderados por el joven y popular galán Hobie Doyle (un brillante Alden Ehrenreich), que se convertirá en una pesadilla actoral cuando deba incursionar en un drama dirigido por un realizador prestigioso (Ralph Fiennes).
Sin embargo, la gran apuesta de Capitol es ¡Salve, César!, épica de romanos a la Ben Hur que encabeza Baird Whitlock (George Clooney), la principal estrella del estudio. El problema es que en medio de la producción el actor es secuestrado por un grupo de guionistas comunistas y allí comenzarán a acumularse los problemas y, claro, los enredos que Mannix deberá sobrellevar con ingenio, astucia y aplomo.
No todos los conflictos se resuelven ni todos los gags funcionan con la misma fluidez, pero la película nunca deja de entretener. Y, en medio de su espíritu coral, aparecen también desde Tilda Swinton (interpreta a dos hermanas gemelas que se dedican a la prensa de chismes) hasta Frances McDormand como una patética compaginadora.Así, los directores de Barton Fink y Fargo regresan al terreno de la comedia más pura y, aunque no llegan a las alturas de Educando a Arizona o El gran Lebowski, construyen un film leve, ligero, elegante y de indudable simpatía.