Humor corrosivo y crueldad con sus personajes. Con estas marcas de agua, los hermanos Coen patentaron una fórmula que vienen utilizando desde su debut como directores allá por 1984, con Simplemente sangre. Puede que en sus historias haya mayor o menor piedad con los suyos, pero tampoco falta alguna dosis de violencia, otra de las características de su cine. ¡Salve, César!, que abrió la última Berlinale, condensa todos estos rasgos.