Hollywood, pan y circo
Nueva comedia de los creadores de “Fargo”, sobre un productor que salva todos los problemas de las estrellas.
Los hermanos Coen pueden hacer genialidades desde el cine negro (Sin lugar para los débiles, Fargo, Simplemente sangre), joyas como Barton Fink, El hombre que nunca estuvo y Balada de un hombre común, y… comedias.
Entre ellas, con algo de El gran Lebowski y no mucho de Quémese después de leerse, hay que incluir a ¡Salve César!, a la que por momentos cuesta comprender el grado de disparidad, no ya de disparate, en su narración.
El protagonista no es George Clooney, que interpreta a un actor sin muchas luces al que un grupo de guionistas comunistas secuestran por 1951, sino un productor que se encarga de remendar, arreglar conflictos internos de las estrellas del estudio ficticio Capitol, por 1951.
Lo primero que le oímos a Eddie Mannix es “Bendígame padre, porque he pecado”. Ferviente católico su visita al confesionario es diaria. Pero los pecados de Mannix son mínimos si se comparan con los descalabros que las estrellas realizan y que ya dijimos, el personaje de Josh Brolin (Sin lugar...) debe resolver.
Entre ellos está el de rescatar a Baird Whitlock, protagonista de un filme bíblico precisamente titulado Hail, César!, pero que esconde más de un secreto. Y hay otras figuras que actúan como reflejos y referentes de íconos como los personajes de Scarlett Johansson (estrella de acrobacias en el agua como Esther Willimas), inconvenientemente embarazada, sin padre conocido, un bailarín de tap (Channing Tatum, que lleva a pensar en Gene Kelly) y decididamente el más logrado y gracioso, el cowboy que interpreta Alden Ehrenreich como si fuese Roy Rogers, y a quien están empecinados en moldear como actor de drama.
Hay mucho del mundillo interno de cómo se trabaja(ba) en los estudios de Hollywood, con periodistas de chismes (las gemelas que interpreta Tilda Swinton remiten a los censores gemelos de Buenos días, Vietnam: ¡son todos iguales!) y un sinfín de mentiras en un mundo de frivolidad.
Lo antedicho: hay momentos en que la película parece perder el rumbo, o no seguir una línea clara. Por suerte, allí aparecen Brolin o Clooney, que para los Coen evidentemente es un payaso, como demostró en ¿Dónde estás, hermano? y El amor cuesta caro, ¿se acuerdan?