En Samurai, Gaspar Scheuer imagina un encuentro entre un joven samurai y un gaucho en la Argentina de fines del siglo XIX sin el vuelo esperado, repitiendo el frío preciosismo de su anterior El desierto negro (2007): de alguna manera, parece continuar el camino de Aballay (2010, Fernando Spiner), con ese interés por recuperar un cine de aventuras con raíces históricas y nacionalistas, aunque en este caso los condimentos de acción y violencia se hacen desear.