Sanctum

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Un 3D que deslumbra pero no tapa agujeros

Voy a empezar por recalcar lo más obvio: Sanctum no es una buena película. Son tantas las fallas y desaciertos que se desprenden de esta segunda experiencia en el largometraje del realizador australiano Alister Grierson que sería mucho más breve resumir sus -en comparación- modestas virtudes. No obstante vale una aclaración fundamental: lo que estamos analizando no es Sanctum sino Sanctum 3D. Y estando involucrado el mismísimo Rey del Mundo en el proyecto (verbigracia, James Cameron) esto sólo puede inclinar la balanza para el lado positivo siempre y cuando tomemos la tecnología tridimensional como un fin más que como un medio. Debería ser a la inversa, seguro, pero la propuesta es aquí tan limitada como esos documentales de escasa duración y alto impacto retiniano con que se le daba difusión en un principio. Como espectáculo audiovisual provoca asombro pero por lo demás lidiamos con un producto casi elemental desde un punto de vista dramático.

Y ése es el conflicto con Sanctum 3D: un guión pobre inspirado en las vivencias personales del productor Andrew Wight -amigo cercano de James Cameron y responsable de sumarlo a la causa- y al que John Garvin le diera forma cinematográfica gracias a su pasado de buzo. El tema es que ni siquiera es una adaptación fiel de lo acontecido al grupo de Wight en 1988: quizás por una cuestión legal, o quizás por no tener su historia la fuerza necesaria para ser trasladada a un film, se resolvió tomar solamente la situación desencadenante y modificar el desarrollo y final a piacere. La expedición de Wight pasó dos días luchando contra la adversidad pero en definitiva todos sus integrantes lograron sobrevivir a la experiencia. En Sanctum una de las particularidades más llamativas es la cantidad de bajas que se producen en la trama con el único argumento de que “nadie le hace frente a la naturaleza y sale indemne”. Si esas muertes llegaran de un modo más o menos creíble podríamos tolerar un poco mejor la burda bajada de línea que hasta pareciera contradecir el espíritu de aventura que ha caracterizado toda su vida al intrépido Cameron. Tales planteos morales no lo detuvieron en El Abismo ni en Titanic ni en ninguno de los documentales que ha rodado en las profundidades marinas (Ghosts of the Abyss, Aliens of the Deep).

Descartado el elemento fantástico (como en El Abismo) o el contexto histórico (como en Titanic) a Sanctum sólo le han dejado abierta la puertita del tópico Hombre vs. Natura. Es un enfrentamiento interesante y suficiente para sostener un relato de supervivencia… si los personajes estuvieran construidos con propiedad. En la primera desatención digna de mención nos topamos con serios desajustes en la marcación actoral. Más allá de lo unidimensionales que son sus criaturas resulta alarmante observar la discrepancia tonal entre los actores. Mientras Richard Roxburgh (el querido y recordado Duke de Moulin Rouge!, amor en rojo) apuesta por la gravedad y una reciedumbre un tanto altisonante, el resto de sus colegas no se deciden entre el naturalismo y la payasada. Especialmente patético se lo ve al galés Ioan Gruffudd que nunca fue un dechado de talento pero esta vez directamente pasa vergüenza. Claro que no toda la culpa es suya…

Roxburgh interpreta a Frank Maguire, un destacado espeleobuzo obsesionado con hallar una ruta al mar en la inmensa cueva del Pacífico Sur Espíritu de Esa’ala (sita en Papúa Nueva Guinea). Gruffudd es el financista de la expedición, un aventurero adepto a los deportes extremos. Tal es así que conoció a su bellísima novia Victoria (la atlética Alice Parkinson) escalando el Monte Everest. La pareja arriba al lugar escoltada por Josh (Rhys Wakefield), el rebelde hijo de 17 años de Frank con quien mantiene agrias disputas por incompatibilidad de caracteres. Los personajes secundarios son realmente episódicos y sólo sobresale Dan Wyllie en el papel de Crazy George, el hombre de confianza de Frank. Este grupo reducido es el que intentará buscar desesperadamente una salida cuando una tormenta tropical descomunal llene de agua las cavidades de la cueva con una violencia salvaje. Las decisiones que surgen en circunstancias de vida o muerte ponen a prueba el liderazgo de Frank quien es capaz de adoptar métodos de supervivencia reñidos con las más básicas leyes humanitarias si lo considera indispensable. La voluble relación con su hijo halla en este forzoso viaje de autoconocimiento y superación un principio de redención cuando el joven por fin vislumbre los motivos para tan áspera conducta.

Sanctum pierde muy rápido la verosimilitud narrativa y se termina desluciendo con un último acto lleno de malas jugadas que incluyen la aparición de un villano cuando nadie lo esperaba (ni requería), una crueldad fuera de lo común para con sus personajes y una curva dramática con excesos e incongruencias de todo tipo. En el debe queda el poderío visual del 3D que está usado con el mismo criterio inmersivo que Avatar. No caben dudas de que muchos de los sensacionales pasajes submarinos quedarán en la memoria del espectador. Y está fuera de discusión que Sanctum sabe entregar imágenes plásticas de una belleza sublime. De ahí a saber cómo administrarla dentro de una historia cohesionada y equilibrada hay un largo trecho...