Varias son las formas de pensar este texto fílmico, si es que se puede llamar de esa manera. Digamos que es imagen y sonido.
¿Por qué se estrena? O antes ¿Por qué se filmó? ¿Qué me están vendiendo? ¿El 3D? Entonces ¿Que es el cine? ¿James Cameron? ¿Por qué el título? Esto sí que es intrigante, si nos referimos a su significado de lugar santificado. Y volvemos a los mismos interrogantes.
Intentando encontrar algunas respuestas lógicas, digamos que si algo del orden de la producción audiovisual está siendo promocionado, como producido por el responsable de la exageradamente sobrevalorada basura que fue “Avatar” (2009), son los adelantos técnicos del 3D utilizados en aquella película.
Asimismo le adicionan la famosa frase, “basado en hechos reales”, como para que el gancho se vaya construyendo y cerrando como pieza única, pero que pasados los primeros minutos comienza por cumplir el primer axioma. Si en este tipo de producciones fílmicas dicen que esta basado en hechos reales, no le creas nada.
Cuál es la historia, la verdadera, la que realmente ocurrió allá por los años 80, el rescate de quince exploradores de cuevas subterráneas cuando una tormenta marítima atípica en la zona, y en esa época del año, inunda un sistema de cuevas dejando encerrado a los expedicionarios. Todos, gracias a los esfuerzos en principio de los involucrados y de los rescatistas, son salvados con vida.
En este proyecto, y por una cuestión de venta, deben agregarle sangre, enemistades, muertes, hombres jóvenes y seductores, mujeres muy bellas, sexo (implícito y muy poco), como ingredientes sin los cuales no funcionaría comercialmente.
Solo queda entonces el hecho “difuso” de las cuevas inundadas, y los “deportistas”.
¿Que es lo que sucedió para no lograr ningún objetivo propuesto?
La ausencia total de originalidad desde el guión como construcción de una anécdota, la conformación de los personajes, sus motivaciones, sus antagonismos, es un gran catalogo de lugares comunes, previsibles, ajustados a las reglas del cine de Hollywood, sin importar que el director Alister Grierson sea australiano.
Frank (Richard Roxburgh), a quien conocimos como el malvado de “Moulin Rouge” (2001) y en “Misión Imposible 2” (2000), es el mejor espeleólogo del mundo, (persona que se dedica a la exploración de cuevas subterráneas), a quien su pasión fue en desmedro de las relaciones familiares, así nos encontramos con su hijo ya mayorcito, Josh (Ryhs Wakefield), quien si bien no odia a su progenitor está en busca constante de sus errores, para refregárselos por el rostro delante de quien este presente. Shakesperiano por donde se lo mire, ¿no?
A ellos se les sumara el mecenas, el que financia la expedición, que no es James Cameron, sino Carl (Ioan Gruffudd), quien a la postre será el verdadero antagonista. Ya no la cueva inundada, ya no las inclemencias espaciales, no, eso solo sirve como cascarón.
Es tal la mediocridad que poco pueden hacer las hermosas imágenes registradas en ese mundo subterráneo, ni la muy buena fotografía, ni la banda de sonido ajustándonos al montaje sonoro, ni las correctas actuaciones, ni la tecnología, ni el 3D específicamente, que a esta altura ya nos preguntamos por su importancia.
Lo único que quedaría como “santuario”, entonces, serían las boleterías de los cines, sus empleados serían los religiosos a cargo, los espectadores sus fieles feligreses, pero gracias a Dios, soy agnóstico.