Sanctum

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

Claustrofobia, tensión y locura en el centro de la tierra.

Cuando un grupo de exploradores, liderado por un millonario excéntrico (Ioan Gruffudd) y un veterano de la exploración submarina (Richard Roxburgh) deciden embarcarse en la aventura de su vida, todo sale mal. Su fin, el de “ver lo que ningún hombre ha visto” se cumple con creces, ya que debido a una tormenta inmensa ellos y su grupo quedan atrapados en el mismísimo corazón de la Tierra. Ahora, la única posibilidad de sobrevivir será investigando, escalando, sumergiéndose y tratar de mantener la cordura en un lugar al que ningún hombre, y mucho menos un equipo de rescatistas, puede llegar.

Ese es el eje central de Sanctum, la película que dirigió Alister Grierson bajo la bendición de James Cameron. Y el hecho de que el viejo Jim esté involucrado no parece, ni de lejos, casualidad. Es que la película aborda temáticas que ya vimos en otras obras de Cameron: los misterios del fondo del mar (El Secreto del Abismo), el egoismo del hombre ante una catástrofe (Titanic) y una naturaleza feroz (Avatar). Todos esos elementos hacen de Sanctum una película compleja, no en cuanto a lo argumental, que sigue los pasos del cine catástrofe, sino de las relaciones entre los personajes: la complejidad de tener un padre distante, la de tener la necedad suficiente como para atreverse a desafiar cosas que ni siquiera se entienden. La complejidad, en definitiva, de ser humano. Y es que la humanidad y sus ribetes es más central en la historia que esta caverna en el corazón de Papua Nueva Guinea.

El argumento es sólido, por momentos logra mantener una tensión claustrofóbica y por otros, por culpa del 3D, nos dan un respiro dentro de la caverna, pero ya llegaremos a eso.
La dirección es correcta, pero se nota que Grierson escuchó MUY atentamente cada consejo que James le dió. O sea, si nos dicen que la película es netamente de Cameron, les creemos. Y de hecho, nos sentiríamos aliviados de saber que no hay un copycat suelto.

Lo que no es tan gratificante, a decir verdad, es el 3D. No el efecto en si, que viniendo de quién viene sabemos que está manejado con pulso firme, sino porque por momentos las tres dimensiones parecian acrecentar un espacio reducido, y asi, liberaban de la claustrofobia al espectador, y a la vez la tensión argumental. En otras palabras, el 3D convierte a Sanctum en una película para ver, pero no para sufrir.

En cuanto a las actuaciones, los roles de Gruffudd, Roxburgh y Rhis Wakefield (que interpreta al hijo de Roxburgh) son los que se destacan, dejando a los demás en un lugar muy secundario. De todas formas, la elección del casting fue correcta y es otro gran punto a favor de Sanctum.

En definitiva, la película sale triunfante por sobre sus defectos que, si bien no son chicos, tampoco opacan a una gran película ideal para atragantarse con la gaseosa en el cine. Tomen aire y vayan a su cine más cercano a pasarla bien mientras, en el fondo, la están pasando muy muy mal.