La anteúltima película del veterano realizador italiano Marco Bellocchio se cuenta entre lo mejor de su larga filmografía que arrancó allá por 1965 con la también extraordinaria I PUGNI IN TASCA. Es una película narrativamente dividida en dos partes. La primera transcurre en un convento de la Emilia-Romagna en el siglo XVII y se centra en una monja que debe aceptar haber sido poseída por el Diablo tras el suicidio de un cura con el que tenía un romance. Para probarlo la someten a una serie de extrañas y tremendas pruebas, ninguna de las cuales parece dar resultado. Y ella se niega a “confesar” pese a que con ello permitiría un digno entierro del cura.
Tras resolverse (a medias) esa situación, la película bruscamente salta al tiempo presente, en el mismo lugar y convento, hoy venido a menos. Un supuesto millonario ruso quiere comprarlo para hacer un emprendimiento pero allí vive un conde que nunca sale de ahí y de quien se rumorea que tiene “hábitos vampíricos”. El hombre no quiere saber nada con dejar el muy arruinado lugar, horrorizado además con los hábitos y costumbres que se fueron generando en la ciudad que lo circunda, que no es otra que Bobbio, la cuna del realizador. Reliquia del pasado, como el propio edificio, se niega a “globalizarse”.
Más allá de que las conexiones entre ambas partes sean más temáticas que narrativas (la primera es superior, dramáticamente más intensa y dolorosa), es evidente que Bellocchio ofrece aquí una suerte de crítica a los modos en los que funciona la sociedad en su país, sea por culpa de las prácticas aberrantes de la Iglesia Católica de entonces o del capitalismo rampante actual. Trágica por momento, cómica por otros, siempre ácida y visualmente sugestiva en cada plano, SANGRE DE MI SANGRE es una de las obras cumbres de un realizador que ya tiene varias en su haber.