Licuado de obviedades
La primera película del actor Boy Olmi cuenta la historia de un señor, su hija y la mucama de ambos. El primer plano anuncia el tono: metafórico. Un hombre que escribe y de cuya pluma cae lentamente una gota de tinta... roja. La historia que se escribe: la sangre del Pacífico, claro.
El hombre es un viejo actor y director de cine que antes de morir se propone filmar una película inspirada en las guerras que se dieron en el proceso de la independencia latinoamericana.
La historia de la mucama es la de Charito (Picky Paino, una ex Expedición Robinson), una peruana que abandona la selva para instalarse en Buenos Aires, juntar plata y mandarla a su familia, a la que abandonó. Su vida se entrelaza con la del viejo, quien queda inexplicablemente atraído hacia ella apenas la conoce. A este señor, que está enfermo, lo obsesiona alguna pasión que no es amor ni deseo sexual, y esto es el centro de la película, lo que se mantiene en intriga, pero su importancia al final es irrelevante en la trama, con lo cual todo ese misterio previo carece de sentido. A la vez, la historia del viejo y la de la mucama convergen en la de la hija de éste (Ana Calentano), una antropóloga que estudia casos de mujeres que trabajan. A través de ella, se establece un débil paralelismo entre la historia de la lucha por la libertad y algo así como la “nueva esclavitud”. Es un licuado de tópicos y situaciones extrañas, como la de un granadero o la propia Charito, personaje que está exageradamente construido como un pobre animalito indefenso que llega de la selva peruana a la selva urbana... Obvio y cansador.