La vida es sueño y mucho más también
Sangre del Pacífico no convence con sus líneas argumentales, pero logra contundentes y emocionantes imágenes.
En el desarrollo de Sangre del Pacífico hay tantas ideas, algunas muy buenas, otras no tanto, como imágenes interesantes, emocionantes, bellas. Claro que en este film de Boy Olmi que debuta aquí como realizador de largometraje, el problema es que unas y otras no siempre logran amalgamarse. La historia muestra a un veterano actor y director de cine (Delfi Galbiati) que, aunque enfermo, sueña con dirigir y protagonizar una última película; a su hija, una antropóloga (Ana Celentano) que además de trabajar en el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires realiza entrevistas con mujeres que trabajan en el servicio doméstico y, por último, a Charito (Emilia Paino), una joven peruana que deja su país en busca de un futuro mejor en la Argentina.
Cada uno de estos personajes tendrá su momento y luego comenzarán a cruzarse en un giro del guión que comienza bien y luego tiene demasiado de resolución telenovelesca. Claro que, más allá de la estructura del guión, lo que marca la diferencia en Sangre del P acífico son sus pasajes oníricos, esos momentos en los que el director se sube a la cornisa y se anima a utilizar el recurso del realismo mágico. Lo usa para mostrar los delirios/recuerdos del viejo realizador, los conflictos internos de su hija, y sobre todo, el viaje exterior e interior que emprende Charito. El riesgo asumido por Olmi resulta lo mejor de un film que falla cuando intenta atar todos los cabos sueltos de un relato que hubiera ganado si confiaba más en sus bellas imágenes.
Una actriz
Aunque el protagonismo del film está repartido entre sus tres intérpretes principales, son las actrices, especialmente Paino -en su primer papel para el cine- quién lleva adelante el costado más emocional y emocionante de la película. Mientras la historia explora la vida y las experiencias de "los de arriba y los de abajo" desde un punto de vista de clase media bien pensante, con pocos gestos Paino consigue dotar a su personaje de una profundidad conmovedora. Como en los delirios del veterano director, Olmi encontró una musa a la altura del lirismo de sus imágenes.