Un musculado Leo Sbaraglia es El Tigre, un boxeador cercano al retiro. Padre cariñoso y feliz marido de una bella italiana, lleva un pasar doméstico acomodado, tranquilo. Pero cuando ve, al pasar, a una joven boxeadora en el gimnasio donde entrena, se lanza inmediatamente a perseguirla e inicia con ella una relación de sexo apasionado tan irrefrenable y brutal (son boxeadores) como los puñetazos que debe dar en el ring para defenderse de sus -más jóvenes, más motivados- contrincantes.
Todo sucede de inmediato, con poca progresión dramática, como con prisas. Sangre en la boca tiene una puesta técnicamente impecable, con una fotografía que saca provecho de la coreografía corporal del box. Pero la pulsión romántico-erótica de los personajes, así como la naturaleza de los personajes mismos, se ve tan forzada y poco sustentable que cuesta creer y menos empatizar con lo que está pasando.
El boxeador veterano que se resiste a colgar los guantes es una figura siempre interesante, en su poética de la derrota. Pero transformarlo en héroe del erotismo hubiera requerido, acaso, una resolución menos apurada.