Sangre en la boca

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS

Las películas de deporte y de boxeo en particular, son ideales para contar historias de ascenso y caída, de caída y redención, o de caída a secas. Los golpes en el ring como los golpes de la vida, donde quedar en la lona significa exactamente eso.

Ramón (Leonardo Sbaraglia) es un boxeador que ya está llegando al fin de su carrera profesional en la cual se encuentra casi en la cima como campeón sudamericano de su categoría. Casado, con hijos, y ya pensando en emprendimientos comerciales con su esposa para su vida post-deportiva. Pero esta perspectiva a Ramón no lo entusiasma. Pese a su edad y el estado de su carrera, se siente todavía joven y aspira a más, como competir por el campeonato mundial. Conoce entonces a Débora (Eva de Dominici), una boxeadora mucho más joven que él y que entrena en el mismo gimnasio. Surge ahí una fuerte atracción que deriva en una relación intensa y también tormentosa y conflictiva, en la cual Ramón cree encontrar en Débora la inyección de sangre joven y el impulso que necesita para replantear sus planes y echarse atrás en la decisión de retirarse. Ambas cosas, su affaire y su determinación a seguir peleando, lo van a poner en crisis con su entorno y lo llevan, claro, a arriesgarlo todo.

Lo que está en juego también es si a Ramón le da el cuerpo. Y es que uno de los temas de Sangre en la boca es precisamente el cuerpo. Por eso el paralelo entre las escenas de pelea (que son varias) y las de sexo (que son más), donde el protagonista pone en juego su vigencia. En cuanto al boxeo, si efectivamente su retiro es algo prematuro o es una realidad que se niega ciegamente a aceptar de la misma manera que se niega a aceptar la inevitabilidad del paso del tiempo. En cuanto al sexo, también pone en juego su vitalidad, donde las escenas son intensas, violentas, y su actitud compulsiva. En algunos medios se puso bastante el foco en estas escenas (algo que la prensa del film también se encargó de explotar), y eso seguramente se deba más bien al hecho de que si hay algo que escasea en el cine nacional desde el advenimiento del NCA (Nuevo Cine Argentino) son precisamente las escenas de sexo. Hernán Belón ya mostró en su film anterior, El campo, que no tiene problemas con esto. Allí también estaba presente de otra manera la representación de una pareja en crisis y una relación tormentosa.

Belón afirmó en algunas entrevistas (aquí la conferencia de prensa) que no está muy interesado en el cine de género y que se sirve solo de algunos de sus elementos que le pueden ser útiles. Esto, en todo caso, es algo que hizo con más precisión en El campo, un film superior, en el que se introducían sutilmente algunos toques de cine fantástico, como los del subgénero Casa Embrujada, en un contexto totalmente diferente. Pero este desinterés por el género no le impide en su último film caer en gran parte de los clichés y lugares comunes de las películas de boxeadores en desgracia, en una serie de escenas conocidas y personajes que, a pesar de que el oficio de los actores consiga darles algo de credibilidad, no dejan de ser típicos. En ese punto el film termina como un híbrido entre intento de film más reflexivo acerca del paso del tiempo e intento de película masiva de explotación.

El relato es una línea hacia abajo, la historia de una caída, sin redenciones y sin atenuantes, de la cima hasta el fondo, lo cual la vuelve también previsible. Una serie ininterrumpida de tropiezos y pérdidas que, aunque sus autores pretendan no juzgar, dejan bastante en claro que todo lo que le pasa a Ramón está motivado por sus malas decisiones. Esto último le da también un tufillo moralista que deja al final una molesta sensación de moraleja.

SANGRE EN LA BOCA
Sangre en la boca. Argentina, 2016
Dirección: Hernán Belón. Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Eva de Dominici, Erica Banchi, Osmar Nuñez, Claudio Rissi. Guión: Hernán Belón y Marcelo Pitrola, basado en el cuento homónimo de Milagros Socorro. Fotografía: Guillermo Nieto. Edición: Natalie Cristiani. Música: Luca Ciut. Duración: 97 minutos.