Sangre en la boca

Crítica de Rosana López - Fancinema

MUCHO SEXO Y POCO BOX

El cine con epicentro en el boxeo profesional/amateur tiene algunas joyas clásicas como la gloriosa saga Rocky, y algunos dramas actuales, ya sea en las correctas El ganador (2010) o Revancha (2015). Son sólo algunas de las piezas del vasto universo temático que conjuga el deporte con la vida personal de estos tipos que parecen intocables arriba del ring. Argentina no es la excepción y existen ejemplos biográficos como Gatica, el mono, del gran Leonardo Favio, coproducciones como Boxeo Constitución (2012), de Jakob Weingartner, y creaciones televisivas, como Contra las cuerdas. En este contexto Sangre en la boca, de Hernán Belón (El campo), mezcla el drama del personaje de Leonardo Sbaraglia, quien a pesar de sus años no quiere retirarse de la disciplina y llevar una nueva vida junto a su familia, la aparición de una joven promesa del box femenino con la que se involucra apasionadamente, y los encuentros en el ring con sus adversarios. Estos últimos momentos vagos, que son los únicos rescatables de la historia.

Sbaraglia vuelve a juntarse con Belón y se pone correctamente en el papel de Ramón Alvia, el boxeador a punto de colgar los guantes. Sin embargo, no es suficiente su calidad actoral cuando el guión comienza a hacer agua por todos los costados. La debutante en cine Eva de Dominici interpreta un personaje poco explotado y que se encuentra limitado a encarnar escenas de alto voltaje erótico muy extensas en tiempo y continuadas. Todo esto sólo para retratar una relación clandestina con lenguaje sensual y violento que nunca termina de encajar dentro de la trama central.

También existe una pobreza en credibilidad por parte de quien es la esposa de Alvia (Erica Bianchi): no sabemos si eso se remite al idioma italiano -lengua de la intérprete- o a la falta de plasticidad que detona momentos pocos reales en la vida y la crisis marital. Posiblemente esta situación esté justificada por un régimen de coproducción similar al de Al final del túnel, donde ocurría algo parecido con la española Clara Lago.

Sin embargo, el pulso de Belón es destacable en la fotografía y los tiempos manejados en el ring. El uso de primeros planos entre el protagonista y sus rivales y la posición con la que es utilizada la cámara logra producir un clima frenético y mágico dentro del cuadrilátero. Lo mismo se puede decir de la preponderancia del sonido de los golpes y puñetazos en plena pelea, que son momentos chiquitos pero disfrutables dentro de un film que propone poco drama, poco deporte y mucho sexo gráfico.

Por ello el impecable trabajo de sonido y fotografía termina opacado por un pobre desarrollo argumental, donde lo que prevalece es la última imagen de Alvia, casi rendido en el piso con el saco de arena que hace vaivén sobre su cabeza. Un personaje abatido tanto en la vida como en este film. Ese instante representa la cuota necesaria de dramatismo que necesitó Sangre en la boca para ser el film que no fue.