Donde el dolor y la pasión se confunden
La puesta escénica de Sangre en la boca es lo más destacable de la nueva película de Hernán Belón. Cuenta con una fotografía adecuada que nos remite al submundo del boxeo que pudimos ver en otras películas del género, y hace buen uso de primeros planos y cámara lenta en los momentos que se producen las peleas, lo que permite que los golpes de puño parezcan sumamente verosímiles.
Los mayores inconvenientes los encontramos en sus personajes. No porque no nos parezca creíble la labor de Leonardo Sbaraglia como ese boxeador retirado que aún se siente con vitalidad para seguir peleando, sino por la falta de desarrollo de su personaje y de la pareja que forma con Eva De Dominici. Ya desde el principio vemos lo repentino e inverosímil que resulta el encuentro, lo cual deja descolocado al espectador. El guion se estanca en las escenas de sexo y peleas y se olvida de contar algunas situaciones entre ambos protagonistas y el contexto familiar de Ramón, que oportunamente resultan mucho más interesantes de ver.
De Dominici lleva delante de forma sobresaliente su primer trabajo en cine, para el cual se evidencia su gran preparación, no solo física sino también mentalmente. Por momentos se acerca al estereotipo de la mujer proveniente desde el interior, pero no significa de gran valor dentro del marco global de la interpretación de su personaje.
Hernán Belón elabora un guion donde es posible ver la psicología del personaje y lo deja expuesto a su entorno y su vida cotidiana. Pero pierde peso al relegar la mayoría de la acción a la atracción física llevada a la pasión, que no termina de definir si el recorrido esperado del film es hacia lo erótico y la lucha o hacia el paso del tiempo, lo clandestino y la culpa.
Aún así, Sangre en la boca lleva adelante una gran labor de producción y tiene condimentos técnicos interesantes, que hacen que llame la atención y nos sumerja en ese mundo bastante desconocido por la mayoría.