Pueblo callado
Santa Lucía (2012) es tanto un documental como un pueblito ubicado en la selva tucumana; es también Lucía Aguilar, joven profesora de historia de dicho pueblito e investigadora al servicio de la directora Andrea Schellemberg. Su película reconstruye los años de terror en los que el ejército ocupó el ingenio tucumano, de 1975 a 1983, y las historias de sus muchos desaparecidos.
Tan pequeño el pueblo y tanto su sufrimiento que prácticamente todo habitante posee una historia sobre sus desaparecidos, comenzando por la madre de Lucía, que por miedo no ha vuelto a hablar de su hermano Pedro, desaparecido en vísperas del último gobierno militar. El miedo persiste en los habitantes de Santa Lucía. Rehúsan hablar a cámara, evitan entrar en detalles, agregan rápidamente que ellos jamás han hecho nada.
Lucía recoge testimonios de parientes, sobrevivientes, funcionarios. Ella se interesa particularmente por un subterráneo, tapiado a fines de la dictadura, bóveda de tortura y acaso tumba. Su lucha no es quijotesca y se concentra en la revelación de esta bóveda, símbolo palpable de la impunidad de los crímenes ocurridos en esos años. ¿Por qué ninguno de los funcionarios que se entrevista con Lucía ha oído hablar de esto? ¿Por qué es la única enterada al respecto? ¿Se trata de una insoluble red de jurisdicciones o hay una fuerza opositora que se mantiene activa dentro del sistema?
Suerte de premio consuelo – a la zaga del documental se han abierto las causas necesarias para investigar – ¿por cuánto y para cuándo? – el caso. Schellemberg se disculpa con los brazos abiertos al público – “no hay mucho más que pueda hacerse”. Su humildad es injustificada. Celebrar la memoria e influir socialmente es todo un mérito.