Una trovadora andina que cuenta su vida
La directora Susana Moreira, el guionista Miguel Mirra y la cantora Sara Mamani, coincidieron en que este documental sea simple y concretamente, una especie de entrañable paseo por los orígenes, la obra, las vivencias y las pasiones de la también charanguista, compositora y poeta salteña.
Ya desde la primera canción que se escucha al comenzar a rodar la vida de Sara Mamani, este muy sentido testimonio documental, nos marca una postura hacia el mundo por parte de esta cantora salteña. La canción se titula "Yo voy a cuidar" y que hace referencia al lugar y a las personas de donde viene. Su madre y su padre y la herencia cultural recibida. Eso mantendrá por siempre y conservará con mucho esmero. Porque son su raiz, y ella les canta.
Sara nació en la localidad de Cerrillos, un pequeño lugar a las afueras de Salta Capital, que con el tiempo quedaron ensambladas urbanísticamente. Desde pequeña la atraía tanto la música, el canto, como el cine, ver películas. Ya a los 12 años tocaba la guitarra y cantaba en la escuela con un trío de mujeres. Esto sin duda comenzó a marcar su sino. Así se fue haciendo cantora, compositora, charanguista, poeta, gran emprendedora, luchadora y defensora de las cuestiones de los Pueblos Originarios, los Derechos Humanos y de Género. Alumna del gran Cuchi Leguizamón, el gran compositor salteño que tambien a veces escribía sus propios temas, Sara también se nutrió -además de la amistad y el conocimiento- del arte del tucumano Jaime Torres, quien de alguna manera la impusló a tocar el charango o mas precisamente el ronroco; del canto y la solidaridad de la correntina Teresa Parodi, que varias veces le fascilitó cobijo cuando la Mamani se fue de su Salta natal a vivir a Buenos Aires. Y otros dos nombres también singulares fueron puntales y referentes en su vida expresiva y cotidiana. El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Perez Esquivel, con quien trabajó y fue su secretaria por mas de dos décadas en el SERPAJ, Servicio Paz y Justicia. Y Nora Cortiñas que de a poco pudo acompañarla y hacerse gran amiga. Dice Sara en un momento: “A mi me costaba mucho ir a las Rondas de las Madres”. Un pilar fundamental de la Agrupación Madres de Plaza de Mayo Linea Fundadora. “Norita, Norita”, repite en un momento del film con una sonrisa tierna.
Citar a estas cuatro personas es inevitable para comprender en buena manera el camino emprendido por la poeta salteña. El derrotero de sus ideas, de sus acciones, de sus deseos, de sus luchas (que las tuvo y fueron muchas) y de sus pensamientos la han marcado a fuego de manera indudable. Sobre todas estas cuestiones, este film nos las cuenta en primera persona la propia Sara Mamani. Ahí se significan las labores tanto de dirección de Susana Moreira como del guión de Miguel Mirra, quienes han optado por mostrar a su “personaje” tal cual es, con su propia voz y relato. Es la cantora la que nos va guiando por el sendero que le tocó andar y nos va contando con anécdotas y hechos concretos, sus vivencias y sus sufrimientos, las alegrías y los dolores.
Además del reportaje directo a cámara, los autores han compaginado varias filmaciones con clips, presentaciones en la televisión, fotos de archivo y a la manera de pequeñas peliculas caseras; encuentros con amigos y colegas de Sara en el jardín de la casa de su mamá en Salta o en rondas -bañadas en talco y papel picado- durante la celebracióin del Carnaval en Tilcara, Jujuy. Justamente estas escenas –que están entre las últimas de la película- muestran un sentido de identidad y de género inquebrantable. La sororidad se hace presente entre esas comadres que coplean, que bailan, que se abrazan y que le dan su hombro a esa hermana que entre emoción y dolor, no quiere ni puede evitar las lágrimas. De cierta manera esto marca algo que muchos presienten: las Comadres son sin duda las primeras feministas del noroeste argentino.
Sara se muestra tal cual es. No esconde nada es transparente, dice lo que siente y cree. Tanto en demostrar su talento para jugar al Sapo (tiene en el patio de su casa un juego de madera con el sapo, la vieja y las buchacas de bronce y el resto del mueble de madera, y a veces los emboca con las fichas), como para decir que ya en la Primaria sintió fuerte la cuestión de la discriminación (”Era la negrita”) o de la incesante y continua lucha por reivindicar sus origenes (“Uno lleva 500 años de dolor”). O poder abrirse -en posiblemente la escena mas emotiva y dura del documetal-, cuando puede por fin hablar de la terrible enfermedad que le descubrieron en 1998. Un tumor detrás del odío, que le significó entre muchas cosas, no poder cantar durante muchisimos años, y aguantar con entereza la larga operación y el postoperatorio. El cáncer sigue siendo, además de una enfermedad de mierda, un tema tabú. Pero Sara se lo cuenta a la directora, ya con su voz quebrada.
Sara Mamani lleva publicados 2 libros de poesías y grabado 8 discos de música, aunque aclara que “mi deseo es poder grabar un disco de vinilo”. Adhiere de corazón y mente a la Pachamama y siente que “hay que aprender a endurecerse sin perder jamás la ternura”.
"Se lo pediré, se lo pediré a la tierra / que no aparte de mí su fuerza / esa fuerza que se luce en mi sombrero / que me enciende cuando bailo todo el cuerpo / y que alumbra ay este canto que te entrego / esa fuerza de mi tierra, de mi tierra". Este es el fragmento final del aire de festejo “Mi fuerza”. Esa palabra -Fuerza- es la que siempre le inculcó su madre para enfrentar cada una y todas las vicisitudes.
Mamani en quechua quiere decir “Noble halcón”. Y Sara en quechua quiere decir maíz. Que rima con raiz y eso es lo que muestra y demuestra el film y su protagonista. El nombre resiste.